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Hasta ahora hemos podido disfrutar del sol solamente a partir de las 11am y nos duraba hasta eso de las 5pm. Fuera de ese horario nos invadían las nubes y el frío. Yo juraba que me estaría despertando a las 8am por no poder aguantar el calor del sol en la carpa pero en las mañanas cuando asomaba mi cabeza por la puerta de tela azul solo veía esto:
… y regresaba a dormir. Ya una vez que se despejaba un poco salíamos, tomábamos desayuno en el menú Oxapampa y estábamos listos para otro día más. Fue luego de ese potente desayuno que Nico (el de la Honda Elite) sugirió ir lo más lejos posible, río arriba, con las motos y acampar donde nos agarre la noche. Inmediatamente acepté la idea. Sonaba excelente y además podríamos salir de las nubes de la tarde y, con un poco de suerte, ver una noche estrellada.
Luego de despedirnos de un amigo que tuvo que regresar a Lima por cuestiones del oficio, fui con Nico a Lunahuaná a inscribirnos para el famoso canotaje. Justo a la salida fue donde cometí el error cuyas consecuencias me perseguirían durante todo el día. Como mi moto todavía no tenía las alforjas, el único lugar que teníamos para guardar cosas (toallas, ropa seca, chompas, etc) era la “cajuela” de la moto de Nico. Al ver el espacio limitado decidí no llevar mis sandalias. En fin, nos inscribimos en el canotaje y fue excelente. Fue una hora físicamente exigente y agotadora pero valió la pena.
Mis zapatillas eran unas Vans de tela que si se mojaban se secarían bien rápido (supuéstamente mientras almorzábamos). Naturalmente se empaparon durante la hora de canotaje asi q las colgué en mi moto al sol mientras íbamos a buscar un lugar para comer. El primer problema fue que solo había un restaurante en el centro de Lunahuaná que aceptaba Visa y era más caro. Dimos un par de vueltas más pero sin éxito. Para todo esto, mis zapatillas seguían mojadas. Muy, muy mojadas. No podíamos perder más tiempo, teníamos que regresar a Villa Fátima para desarmar las carpas y empacar todo sobre las motos para salir, así que regresé descalzo con las esperanzas que con el viento y el sol se secaran mis zapatillas. No se secaban. Llegando a Villa Fátima, las puse sobre una piedra mientras desarmábamos y empacábamos todo… no se secaban. Sabiendo que empezaría a hacer frío mientras manejáramos por la carretera, no podía ponerme zapatillas mojadas. ¿La otra opción? Medias y las sandalias. Dejé las zapatillas colgadas sobre la moto y nos enrumbamos río arriba, yo en sandalias. Eran las 5pm.
Teníamos como meta llegar hasta Zúñiga y acampar junto al río o quedarnos en un hospedaje pero nos ganó el sentido de aventura y seguimos adelante. Seguimos y seguimos. Cayó la noche y seguimos. La carretera se convirtió de un solo carril y seguimos. Empezaron a salir volquetes y buses que iban en ambos sentidos… y seguimos.
Sabíamos que cualquier error y terminaríamos bajo las llantas de un camión o cayéndonos por el acantilado al río así que empezamos a preguntar dónde podíamos acampar. Nos dijeron que más arriba había un pueblo llamado Catahuasi donde podríamos encontrar un lugar. Llegamos a Catahuasi a eso de las 8pm y les preguntamos a unos policías si había un lugar para poner las carpas. Nos dijeron que podíamos armar las carpas en el estadio de Catahuasi o en la plaza central. El estadio parecía una mejor opción ya que estaba más tranquilo (osea, no había ni un alma). Estacionamos las motos cerca al arco y pusimos la carpa al costado. Era genial, estábamos al costado del río y durante la noche podíamos escuchar el agua pasar. Es un lugar muy pequeño pero en un entorno hermoso. Parece como si excavaron el cerro solo para colocar ese pueblo ahí.
No teníamos candado para cerrar la carpa pero confiamos que no pasaría nada. Fuimos al pueblo y en una bodega pedimos un café mientras hablábamos con las personas del lugar. No parecían entender el viaje que estábamos haciendo. Nos preguntaron si estábamos visitando a alguien o cuál era nuestro destino final. No parecían entender el concepto de viajar sin destinos ni planes. Luego de un poco más de conversación, nos retiramos. Pasamos por la comisaría para agradecer a los oficiales que nos indicaron donde descansar. Regresamos a la carpa, comimos las galletas que nos sobraron de la tarde y nos fuimos a dormir. Deseé que mis zapatillas se secaran para el día siguiente.
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