“Quisiera que esto dure para siempre. Casi tanto como una eternidad…”
Dudo que Andrés Calamaro y Los Ratones Paranoicos se hayan referido a Pozuzo cuando escribieron aquella memorable canción pero para nosotros era el deseo más honesto que podíamos manifestar. Al salir de nuestras oscuras habitaciones esa primera mañana, vimos por primera vez el esplendor de lo que nos rodeaba. Estábamos en medio de un mundo natural, retornados a forma más sencilla de la vida. Cerros cubiertos de verdor reemplazaban los edificios grises de la ciudad, y nuestras presiones laborales y sociales eran reemplazadas por alegría pura. En todo el viaje se tomaron más de 1500 fotos pero hay una sola que lo resume perfectamente.
El desayuno estuvo exquisito y abundante. Salimos del comedor contentos planeando las acciones del día mientras nos mecíamos en los columpios hechos de llantas viejas bajo la sombra de un enorme árbol. El plan resultante no fui muy distinto a lo que solemos hacer regularmente en la ciudad pero el cambio de paisaje renovó la propuesta. Al poco rato, salimos de Toropampa hacia el centro de Pozuzo a comprar la carne para la parrillada que armaríamos a orillas del río.
Una vez adquirida la carne y el hielo regresamos a Toropampa para bajar al río. Mientras la mayoría del grupo se maniobraba entre las piedras y el agua para llegar a la isla central donde había un recoveco arenado, El Pichi y Carlos se encargaron de traer la camioneta con los alimentos y tragos pero no sin antes detenerse a realizar una sesión de fotos:
Una vez situados en la arena, se abrieron las puertas de la camioneta y nuestra esquina privada del paraíso se llenó de música. Durante varias horas nos vimos reducidos a niños. Niños con grandes cantidades de alcohol, pero niños en esencia. Corríamos, saltábamos, gritábamos de frío cuando nos mojábamos, gritábamos de emoción cuando nos lanzábamos de las piedras y árboles al pozo. Reíamos, cantábamos, nos abrazábamos, y bailábamos al ritmo de los Wachiturros. Tal fue el desborde de alegría que el Tío Hans, dueño del terreno, vino a pasar el tiempo con nosotros y a demostrarnos cuál era la técnica apropiada para lanzarse al río con la soga.
Antes que el sol terminara de ocultarse detrás de los frondosos cerros Carlos, Pichi y yo sacamos la camioneta del río con cautela. Nos habían advertido que el caudal del río podría aumentar de noche. Una vez fuera del agua tuvimos que atravesar el banco de piedras y luego un matorral en la oscuridad. Luego de un tiempo, con la camioneta en su lugar, regresamos a pie a nuestro pequeño campamento de felicidad listos para probar la parrilla de Rodrigo, a quien habíamos dejado a cargo. Nunca nos podríamos haber imaginado que entre las cuatro chicas se habían terminado todo el Jager que quedaba, incluyendo la botella de reserva que el Pichi había escondido. Él estaba furioso pero eso no impidió que las chicas siguieran cantando y abrazándose en un círculo de ebriedad sobre la arena. Rodrigo seguía concentrado en la parrilla y parecía nunca haberse dado cuenta en qué momento desapareció todo el trago. Tampoco ayudó mucho a levantar los ánimos el hecho que la carne se cayera a la arena cuando tratábamos de guardar las cosas para regresar. Ese tampoco fue el único incidente. Dado que no podíamos ver casi nada, tuvimos que usar la balsa de madera del tío Hans para cruzar el agua. Sirvió bastante bien hasta que en un momento de borrachera, una cámara terminó remojándose en un charco de agua.
El día siguiente fue básicamente igual con la gran excepción que el tío Hans había madrugado para prepararnos un toldo junto al río. Hasta tenía un ambiente aparte para tomar siestas. No podíamos pedir más. Pasamos el día entero lanzándonos al río, bebiendo, cantando, bailando y comiendo carne sin botarla a la arena.
Fue tanta la diversión que estábamos considerando seriamente pasar toda la mañana en Pozuzo y regresar a Lima en la tarde en lugar de salir de madrugada como habíamos planeado originalmente. Nos habíamos enamorado del lugar. Lo discutimos durante un buen rato pero lo responsable era regresar a Lima en la madrugada para estar de vuelta en la tarde. Pozuzo tenía otros planes para nosotros. Esa noche, mientras intentábamos conciliar el sueño la ligera llovizna que había comenzado al caer el sol se había convertido en un diluvio. Recuerdo a alguien gritar que el cielo se estaba cayendo. No fue el ruido de la lluvia que nos quitó el sueño sino la expectativa de cómo íbamos a regresar si la lluvia no paraba, o si paraba, las condiciones del camino que tanto nos costó atravesar.
A las 5am, hora que habíamos planeado para salir, la lluvia ya había cesado pero nos aventuramos a salir de todas maneras. A un tercio de camino entre Pozuzo y Oxapampa ya no habían rastros de que haya llovido pero nuestro camino no se acortó para nada. Habiendo pasado La Merced, Tarma, La Oroya y Ticlio, nos encontramos con las masas de personas que regresaban a Lima después de sus viajes de Semana Santa. La bajada por la Carretera Central se volvió una procesión y aunque hicimos buen tiempo hasta Ticlio, la bajada fue eterna. Dos años antes estuve en la moto por 24 horas seguidas pero nunca me había sentido tan incómodo en ese asiento como durante esa bajada. La tortura hacia mi trasero terminó muy de noche cuando finalmente llegamos a Lima, sucios, exhaustos, pero con un viaje que vivirá en nuestras memorias por mucho tiempo.
Me ha provocado ir de sobremanera! Please new posts!
viejo una pregunta cuantos entraban en carro me he quedado con la duda y que auto es?
Hola, estoy un aleman y quiero saber mas sobre ese lugar. Se ve muy bueno los Fotos de su viaje. Planea vacaciones para Peru y para ir a lugares como ese. Miraba en sitios como tripadvisor, booking o trivago y no encontro mucho de esa lugar. Es cerca de Lima? Como tengo que ir para esa lugar? Me gustaria si me da informacion para ir algunos dias.
Saludos
Matthias
@flavio: Iban 4 personas en cada carro. Uno era una Toyota FJ y el otro un Honda CRV, aunque también vimos combis pasando por el mismo camino.
@Matthias Gross: Para ir a Pozuzo desde Lima puedes tomar un bus desde Lima hasta Oxapampa y de ahí puedes tomar otro bus hasta Pozuzo. Es bastante lejos. Casi 500km a través de montañas y selva, pero vale la pena. El viaje total dura alrededor de 15 horas. Hay algunos hospedajes ahí, pero si no los encuentras en TripAdvisor busca en Google con “hostal pozuzo” y te deberían aparecer algunas opciones, hasta en alemán. Mucha suerte!
Gracias por su respuesta Luis. Si que anda mucho en bus jajajaja, pero piensa que vale la pena.
Muchos saludos
Amigo, soy un fanático de las motos también, considero a mi moto como mi mejor compañera, soy natural de Iquitos, actualmente vivo en Lima.
Cuando tengas algún viaje me gustaría poder acompañarte, cuento con una crf 450x.
Espero tu respuesta.