Apenas crucé el puente sobre el Río Paraguay comenzó el paisaje que me acompañaría por las próximas 36 horas: una llanura con palmeras, pasto, animales muertos y aves de carroña comiéndolos.
Todo iba bien. Estaba haciendo buen tiempo, había un sol brillante, pocos vehículos y un asfalto impecable. Tenía el tanque lleno y dos galoneras de reserva para la parte desolada después de Mariscal Estigarribia, tenía comida, tenía agua. Eventualmente me estacioné bajo la sombra de un árbol a tomar un descanso. Habían montones de bichos muertos en mi visor y los faros de la moto. En una ocasión una avispa enorme se quedó enganchada en mi bufanda. Seguía viva así que tuve que botarla con mi mano. No quería que me picara en el cuello. Tomé un poco de agua y luego de estirar las piernas me subí a la moto y mientras ajustaba el casco sentí un intenso dolor en mi mano izquierda. Me quité el casco y lo boté al piso. Nunca antes en mi vida me había picado un abeja. Al igual que la avispa, se había quedado atascada entre las almohadillas del casco y me picó mientras lo abrochaba. Mi primera preocupación (aparte del dolor que lentamente disminuía) fue una eventual reacción alérgica en medio de la nada. Si algo me llegaba a ocurrir, las pastillas que tenía me darían suficiente tiempo hasta llegar al siguiente puesto médico en Filadelfia. Felizmente, resultó que no soy alérgico a las abejas.
Poco después llegué a Filadelfia, una comunidad menonita en medio del Chaco. Me habían dicho que era un lugar muy diferente que no vería en otras partes y efectivamente la ciudad se notaba mucho más ordenada y limpia que otros lugares en Paraguay pero en cuanto a lo demás lo vi bastante común. Entré a una tienda para comprar unas empanadas y era evidente que se mantenían costumbres alemanas ya que la señora que me atendió no hablaba español muy bien. Ciertamente era diferente pero yo tenía una imagen del lugar al estilo de La Familia Ingalls.
Poco después de pasar por Filadelfia ya estaba en Mariscal Estigarribia. Hice el trámite de migraciones en una casa en construcción. Al parecer, el encargado había estado durmiendo cuando llegué y me selló el pasaporte en el escritorio junto a su cama. Después pasé al terreno del lado donde entraban los camiones que venían o salían a Bolivia para el control aduanero. Hablé con el encargado y le pregunté si podía acampar en una esquina del complejo. Me dijo que no estilaban hacer eso tipo de cosas pero que no veía ningún inconveniente. Mientras armaba la carpa me picaron 7 mosquitos. No sé por qué no había comprado repelente a estas alturas del viaje. Durante la noche escuché unos chillidos horribles que al comienzo pensé que eran de algún bebé enfermo. Luego pensé que podrían ser de un bebé poseído. No estoy seguro cómo conseguí dormir esa noche.
Nadie se mostró particularmente interesado por la moto, de dónde había venido o por dónde había estado. El único interesado fue un camionero que se acercó en la mañana mientras volvía a empacar mis cosas. Me comentó que los chillidos que había estado escuchando eran de un jabalí que los obreros habían atrapado y tenían encerrado en un cuarto. Eventualmente se convertiría en la cena.
Tomé desayuno en la estación de servicio más cercana y salí proveído de agua y empanadas hacia Bolivia. El último tramo hacia la frontera estaba lleno de huecos y la botella de agua que estaba casi llena cayó al piso y se perforó en dos esquinas. No tendría dónde conseguir agua por cientos de kilómetros así que amarré lo que quedaba de tal forma que minimice la pérdida de agua. Iba a tener que racionar el agua.
En la frontera tuve un pequeño conveniente similar al de la salida de Uruguay. Yo traté de hacer las cosas bien pero los agentes de aduanas en Ciudad del Este me dieron información equivocada. En fin, no me hicieron mayores problemas en la pequeña oficina de aduanas del Chaco. El lugar estaba repleto de arañas enormes en cada esquina. Estaban en el techo, en las puertas, detrás de los archiveros y entre los cables de las computadoras. Supuse que la falta de limpieza se debía a que las arañas ayudaban a mantener el lugar libre de mosquitos. Otro motivo no le vi. El agente boliviano me dijo que igual entraban algunos mosquitos pero que los problemas mayores eran las víboras y los jabalíes del área. En ese instante decidí que no acamparía hasta llegar a Santa Cruz.
La frontera con Bolivia se ve marcada por (aparte del hito y el cartel) el final del asfalto en el camino. Lo que hay es una vía en construcción y un camino auxiliar por donde transitan camiones, carros y motos. En varias ocasiones me metía a la zona en construcción para evitar el polvo y el mal estado de la vía auxiliar. Después del control migratorio, ambas vías se separaban y el camino auxiliar (obligatorio) se metía entre los árboles. Dentro del bosque era prácticamente imposible saber si iba por el camino correcto. Habían varias partes donde el camino se dividía y siempre optaba por seguir el que tenga más huellas (que no siempre era tan evidente). No habían señalizaciones, no habían personas a quién preguntar, y ni siquiera había sol para tratar de determinar mi dirección. La brújula de juguete que tenía ya no funcionaba. Estaba andando por intuición propia y soñaba con salir de todo eso en cualquier momento.
Habían muchas partes donde el camino se cubría de una tierra finísima donde uno tiene menos control que sobre la arena. Una de las primeras partes donde me tocó cruzar esto terminó con resultados desafortunados. Justo venía un camión en sentido contrario así que me fui hacia la derecha para que pase con suficiente espacio. El movimiento de ir a la derecha sobre esa tierra hizo que perdiera el control y la parte trasera empezó a irse por todas partes, igual que la caída en la Patagonia. La única diferencia es que en vez de caerse para atrás y seguir deslizándose, se plantó en la tierra y se fue hacia adelante, arrojándome 3 metros. Por el más breve instante, caerse se parece mucho a volar. Caí y rodé sobre la tierra. Terminé echado sobre mi espalda y levanté mi cabeza para evaluar la situación. Vi al camión desacelerar y lentamente detenerse. Después vi a la moto y toda la gasolina que se estaba derramando así que me levanté y caminé hacia ella para levantarla. Esto fue acción suficiente para que el camionero compruebe que yo me encontraba bien y sin siquiera salir de la cabina, siguió su camino. Los daños a la moto fueron mínimos: un espejo doblado y tierra por todas partes. Otro accidente superado. Pasaron 4 vehículos más. Nadie se detuvo.
Más adelante ya me estaba empezando a angustiar el hecho que seguía esencialmente perdido. Le pregunté a la única persona que vi en todo el camino si estaba yendo hacia Villamontes y me dijo que 300 metros más adelante estaba la salida a la carretera. Efectivamente, encontré el asfalto que me llevó en cuestión de minutos hasta allá. Desde ahí serían aproximadamente 400km más hasta Santa Cruz. Según mis cálculos, llegaría poco después del atardecer. Llené el tanque y una de las reservas (ya había usado ambas galoneras para llegar hasta ahí), le eché aire a las llantas y seguí adelante, por fin sobre asfalto.
Sobre la carretera asfaltada pude alcanzar una velocidad aceptable. Solo tenía que estar pendiente de los baches esporádicos y las vacas y caballos que cruzaban temerariamente. Poco a poco iba oscureciendo y sabía que tenía que detenerme pero no quería acampar sabiendo que un jabalí podría atacarme mientras dormía. Tampoco lograba encontrar un hospedaje en los pueblitos del camino. Tomé la decisión más segura que se me ocurría: ir detrás de un camión hasta llegar a Santa Cruz. Los camioneros son los que mejor conocen las rutas y debido a la falta de señalización que hay en Bolivia lo más fácil era seguir a una pared iluminada de luces rojas. Además, en caso de cualquier accidente, el camión recibiría todo el impacto, dándome mayor tiempo de reacción. Podría haber rebasado fácilmente al camión que iba delante de mí pero lo seguí por un buen tiempo, nunca llegando a pasar los 90kph. Ya me estaba empezando a gustar la idea de tener un vehículo protector. Las luces en la parte posterior formaban una carita sonriente y eso me hacía sentir mucho mejor.
Después de varias horas, a la distancia se podía ver un aura roja. Parecía que estaba amaneciendo pero eso no podía ser cierto. No había pasado tanto tiempo. El aura era el reflejo de las luces de Santa Cruz en las nubes. Finalmente había llegado.
Luchitoooooo Renzo Rodriguez está en Santa Cruz…ojalá todavía estés por allá, un abrazo.
Hijo, solo se que estas con Dios,has podido salir ileso para que sigas compartiendo todas tus vivencias y realmente me siento orgullosa de ti.Sigue siendo cauto.Un gran abrazo
Hola amigo. Te felicito por tu viaje. De casualidad mi esposa encontró tu sitio ya que yo buscaba la distancia entre Filadelfia y Santa Cruz. Y esto es porque últimamente se se me ocurrió hacer Asunción-Santa Cruz de la Sierra…. El viaje más largo que he hecho hasta ahora han sido 2.000 km, 1000 de ida y 1000 de vuelta. Asunción-Rosario (argentina)-Asunción. Quisiera hacerte algunas preguntas…me parece que tu moto es parecida a la mía…es una tipo choper de origen chino de 200 o 250 cc ? Por la otra…viajaste solo…yo pienso lo mismo…hasta donde llegan tus conocimientos mecánicos ? Finalmente, te invito a que visites mi página en facebook, humildemente te recomiendo que mandes fabricar lo que hoy mandé hacer para viajar. Incluso te permite llevar carpa y bolsa de dormir pero todo bien “estibado”. Bueno espero que me contestes. Un gran abrazo. Mi lema: CARPE DIEM
Hola que tal muchas felicidades por hacer eso que llamamos tomar ruta, sin duda alguna el hacerlo en la moto que lo haces bueno… lleva mas puntos negativos, pero eso que importa, no por eso dejamos de vivir esto de las dos ruedas. estan muy PRO tus viajes muchas felicidades.
Parabéns pela tua bela viagem. Estamos começando a planejar roteiro de uma pela América do Sul, talvez via o chaco paraguaio. Gostaria de saber: 1) Se todo o percursso no Paraguay é asflatado? 2) Quanto são os km do fim do asfalto no Paraguay até o início do asfalto na Bolívia? A ruta de terra/rípio está em boas condições ou tem muita areia?
Desde já agradeço. Gracias.
Hola João. Que bueno que te animes a hacer un viaje así. Vale la pena. Te comienzo diciendo que la carretera del Chaco es totalmente asfaltada y en muy buenas condiciones. En algunas partes vas a encontrar buracos pero en general es muy buena.
En Paraguay la carretera está asfaltada hasta el mismo borde con Bolivia. Ahí se acaba el asfalto y comienza un camino de tierra. Cuando yo pasé por ahí, ya estaban asfaltando esta parte pero todavía no estaba abierta. Ojalá cuando pases tú, ya la puedas usar porque la vía de tierra es un dolor. Hay algunas partes con polvo fino que hacen el viaje muy difícil, y lo peor es que no hay señalizaciones así que es como estar perdido. Este camino es de unos 160-180km hasta llegar a Villamontes donde comienza una excelente carretera a Santa Cruz. Aunque la vía asfaltada no esté lista, la ruta fea es una gran aventura.
Boa Sorte!