El descanso: Asunción

Mi intento de salir de Puerto Iguazú por balsa hacia Uruguay fue fallido. Había una carrera de lanchas en el río y además, según lo que me contaron los policías en el puerto, la balsa no operaba los fines de semana. ¿Qué me quedaba? Tenía que cruzar hacia Ciudad del Este a través de Foz do Iguaçu. Esto era justamente lo que quería evitar. Sabía que cruzar el Puente de la Amistad iba a ser terrible. Si cruzaba en balsa podía evitar toda la zona hipercomercial que es la frontera Paraguayo-Brasilera.

Resignado, me fui a Brasil para cruzar a Paraguay. No tengo fotos de esta parte pero voy a tratar de explicar el nivel de caos que rodea ambos puestos fronterizos. Un kilómetro antes de llegar al control brasilero ya comenzaba la fila de vehículos y entre todos ellos habían decenas de tipos con chalecos azules ofreciendo estacionamientos y recomendando tiendas de todo tipo. Cada uno que pasaba se acercaba para preguntarme si ya tenía estacionamiento en Ciudad del Este. Dos de ellos hasta me siguieron en una moto para preguntarme lo mismo y entregarme volantes. A todos les decía que no iba a comprar nada, que solo estaba cruzando a Paraguay pero eso solo les hizo cambiar de estrategia: “Mira, allá puedes comprar neumáticos nuevos. Trocar pneu”. Esto siguió hasta llegar al puesto migratorio donde ningún vehículo estaba parando. Todos seguían directo hacia Paraguay. Tuve que parar en medio de la vía detrás de unos bloques de cemento para poder hacer los trámites migratorios.

Pasar sobre el puente fue la peor experiencia de tráfico por la que he pasado. Había una carril para los autos viniendo de Paraguay y se formaban dos carriles para aquellos que salían de Brasil. En el pequeño espacio entre ambos carriles pasaban las motos (que son los taxis de esta parte). Yo ya estoy acostumbrado a usar los espacios entre automóviles para avanzar cuando hay tráfico pero nunca había visto el mismo espacio ser usado por motos pasando en ambos sentidos. El espacio a veces ni siquiera era suficiente para el paso de dos motos. Uno tenía que hacer maniobras extrañas para poder pasar, y encima hacerlo de forma rápida porque atrás tenías a mil motos más esperando pasar. Un poco a la izquierda y me enganchaba con el manubrio de otro moto. Un poco a la derecha y me llevaba los espejos de los autos tratando pasar.

Del otro lado, la situación no mejoró. La pista estaba llena de barro rojo muy resbaladizo y la oficina de migraciones y aduanas no estaba bien señalizada. Estaba al lado opuesto de donde yo me encontraba. Esto quería decir que entre todo este caos, tenía que dejar la moto estacionada y caminar hasta la oficina migratoria. Dejé la moto estacionada detrás de dos policías pero ellos estaban demasiado ocupados dirigiendo el tráfico como para preocuparse si alguien decidía robarse las cosas de la moto. Crucé rápido a través de la infinidad de autos y motos que circulaban y sellé mi pasaporte lo más rápido posible, siempre volteando para ver si la moto seguía intacta (pero en realidad solo veía la esquina de uno de los espejos). Al regresar, uno de los policías tenía a un muchacho esposado en contra de la camioneta estacionada al lado de mi moto. Quería salir de ahí lo más rápido posible pero todavía faltaba el control de aduanas y cada persona que me cruzaba me ofrecía estacionamiento, cámaras, celulares o una combinación de ellos. Los agentes de aduanas estaban en medio de la vía ojeando los autos y especulando a cuál de ellos deberían detener para una inspección. Nunca los vi detener a nadie. Le pregunté al supervisor dónde podía hacer la importación temporal para la moto. Me preguntó de lo más relajado, “¿de dónde está viniendo?”. Le dije que estaba viniendo de Argentina pero que la moto era de Perú. “Ah, no hay problema. Pase nomás”. Su respuesta me pareció rara pero se acomodaba a lo que yo quería que pasara: cualquier cosa para salir más rápido.

Cuando por fin logré salir de todo el caos que es la frontera de Ciudad del Este pude darme un respiro y verificar que todavía tenía todo con lo que salí de Puerto Iguazú. No podría haberme tocado un peor momento para pasar por ahí. La vez pasada que estuve ahí fue mucho más tranquilo debido a que era un día de semana. Esta vez me tocó cruzar un sábado a las 11am: día y hora de mayor circulación comercial. Imaginen lo siguiente pero con tantos vehículos y peatones que no se llega a ver el asfalto:

Ese suelo estaba lleno de un resbalidizo barro rojo. Ah, y miles de motos y carros. ¿Por qué no me pudo tocar un día así?

Algo así, pero rellenando los espacios libres con motos:

Puente de la Amistad

El camino hacia Asunción fue bastante agradable salvo la cantidad de mosquitos que seguían estrellándose contra el casco y casaca y un bus que iba delante mío y levantó un poco de agua. Por lo menos espero que haya sido agua. Yo iba detrás de él y de repente salió una rociada cerca a una de sus llantas y empecé a ver gotitas en mi visor. Lo curioso es que la pista estaba completamente seca. Inmediatamente me pregunté cómo funcionaban los baños en los buses interprovinciales de Paraguay. Tal vez no quiera saber la respuesta a eso.

Splat! Splat! Splat! Splat!

Casi llegando a Asunción.

Había calculado llegar en la tarde a la casa de mi tío pero me perdí ligeramente entrando a la ciudad y parece que no entendí por completo las indicaciones (digamos que fue eso). Asunción fue la primera ciudad donde mi GPS biológico no funcionó correctamente. Las calles de piedra de la ciudad tampoco me ayudaban a desplazarme con facilidad. Más tarde aprendería que muchas de las calles de la ciudad siguen siendo de piedra porque el drenaje de agua es insuperable con ese material, y en Asunción llueve muuuucho. ¿Para qué arreglar algo que no roto?

Los días que pasé en Asunción fueron mayormente tranquilos. Fui al cumpleaños de un amigo de la familia donde pasé la mayor parte de la noche cagándome de risa. Era como estar en una de las reuniones de ex alumnos del colegio. Aparte, aparentemente yo complementaba bien la atmósfera riéndome igual que mi papá.

Asunción en sí es una capital diferente a todas las demás. Parece más como una ciudad grande pero de provincia. No se siente el ajetreo del día a día ni el estrés que es visible en las caras de los ciudadanos. La gente es más relajada. A veces, demasiado relajada. Es una ciudad de muchísimo contraste también. Justo detrás del Cabildo en la Plaza Independencia está la Chacarita, un barrio muy pobre a orillas del Río Paraguay. Hay una clarísima división entre el límite de la Plaza y la Chacarita, resguardada por policías. También se puede ver el contraste en los edificios del centro. El más obvio siendo el Congreso Nacional que tiene en uno de sus costados los restos de una antigua fachada colonial.

Cabildo La Chacarita Plaza frente al Congreso Nacional Fachada antigua del Congreso Nacional Palacio Legislativo

El Palacio de Gobierno es el más hermoso que he visto en todos mis viajes. Fue construido en el mismo estilo que el Palacio de Versalles y el jardín delantero solo destacan esta maravilla. Verlo iluminado de noche fue aun más espectacular. En la plaza al costado hay una curiosa “estatua” del dictador Alfredo Stroessner. La estatua original fue destruida y colocada dentro de un bloque de cemento del cual sobresalen sus manos y cara. Lo más llamativo de Paraguay fue el fervor mundialista que se tiene. Absolutamente todo lo que pudiera portar una bandera lo tenía. Casas, edificios, árboles, carros, motos, hasta los meseros y vendedores tenían puesto banderas o camisetas de la selección. Ni siquiera en Brasil o Argentina se veía semejante fanatismo.

Palacio de Gobierno, estilo Versalles Ex dictador Alfredo Stroessner Freaky, no? Fervor mundialista tras cada esquina Vamos Paraguay! Casi todos los autos tenían banderas puestas.

Pasé mucho tiempo recibiendo consejos y tratando de definir un plan de viaje para llegar hasta Santa Cruz en Bolivia. El camino que me tocaría saliendo de Asunción me había preocupado desde hace varios días ya que El Chaco es una región donde no iba a encontrar absolutamente nada. Aparte de lo que llevaba normalmente, tendría que abastecerme de cantidades adicionales de agua, comida, y sobre todo, gasolina. Pasaría aproximadamente 400 kilómetros sin ningún tipo de auxilio y tenía que estar preparado.

Muchas gracias, Cerecedas!

Mi querida familia Cereceda me despidió con un delicioso desayuno paraguayo y una bolsa de nueces para el camino. Mi destino para el día: Mariscal Estigarribia. El último puesto de civilización antes del abandono total.

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luis tenorio

Luis es un ingeniero en eterna búsqueda de aventura. Actualmente se pasa la vida viajando por el mundo y escribiendo relatos y código fuente. Es el creador de Cartas del Mundo y Vuelta Sudamericana y el director informático de The Glutton's Digest.

3 thoughts on “El descanso: Asunción”

  1. Fantastico !!

    Me imaginbo que Miguel te debe haber contado muchas historias no conocidas por ti.

    Un abrazo

    Jorge

  2. Saludos hijo. Se que estas llegando nuevamente a la frointera con Peru.

    Un abrazo

    Cuidate

  3. Un joven que es capaz de recorrer el mundo en motocicleta tiene mi respeto y admiración. Que todo te vaya bien y si consideras a mi familia como tuya me haces sentir muy feliz. Nunca te detengas, conserva siempre el entusiasmo que tenemos en el corazón.
    Un abrazo, cuidate mucho
    Nos tienes en Cieneguilla cuando gustes
    MERY CERECEDA

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