Unas tres horas antes de llegar a Arequipa dejé de chacchar coca porque mi cerebro me decía que era necesario que me dé hambre. En las últimas 36 horas sólo había comido un choclo con queso y dos alfajores y todavía no tenía hambre. Cuando entré a la ciudad de Arequipa alrededor del mediodía todavía no tenía mucha hambre pero ya sabía exactamente lo que quería comer. Había estado pensando en ese momento desde varios días atrás. Entré al primer Chifa que encontré y me pedí el Aeropuerto Especial con mi Inca Kola. Las palabras no pueden describir la satisfacción y alegría desbordante que sentía mientras metía cucharada tras cucharada de esa magnífica combinación de pollo, arroz, fideos, res, tocino, y camarones en mi boca. Si llegué a soltar una lágrima, era poco comparado con lo que ese plato merecía. Salí de ahí completamente satisfecho y me dirigí al centro en busca del hotel.
La Casa de Melgar es una hermosa casona colonial ubicada a tres cuadras de la Plaza de Armas. Al igual que la mayoría de casonas arequipeñas, es un poco laberintosa pero eso sólo le agrega al encanto. No sé por qué la última vez que fui a Arequipa no quedó registrada en mi memoria la belleza de la ciudad. Cada calle mantenía su aspecto colonial original y todo lo nuevo se integraba perfectamente con lo antiguo. El simple hecho de pasear por el centro, admirando la arquitectura ya me ponía de buen humor. Luego, en el hotel me vi obligado a tomar una siesta ya que seguía agotado después de haberme despertado a las 4:30am para salir de Puno.
A las 5:30pm fui al aeropuerto en busca de Lindsay, mi enamorada, que viajó desde Lima para pasar el fin de semana conmigo. Bajó del avión y al verme entre la multitud corrió hacia mí y me dio un abrazo y un beso. Un abrazo y un beso con tanta emoción que fue lo único que hizo falta para que valga la pena haber llegado hasta ahí. Hizo que valga la pena haber sido apedreado por campesinos en el altiplano, haber viajado de noche por el borde de acantilados, haberme lastimado en accidentes de moto, haber padecido frío en las alturas, lluvia en Brasil, calor en la selva y nieve en la Patagonia. Un abrazo y un beso que sumaban todos aquellos que estuvieron guardados durante tres meses de separación.
Pasamos el día siguiente rondando por las calles arequipeñas en busca de cualquier cosa que nos llame la atención. Visitamos a la momia Juanita, vimos uno de los órganos de iglesia más grandes de Sudamérica (en la Catedral de Arequipa), recorrimos puestos de artesanías y tomamos queso helado en la Plaza Yanahuara. No estaba muy entusiasmado con la idea de tomar queso helado pero resultó ser un postre delicioso, que encima ni tenía queso (pero según la receta que nos dieron sí tenía una cucharada de dulzura y dos pizcas de alegría).
Llegamos a inscribirnos a un tour para visitar el Cañón del Colca que nos pasaría buscando a las 3am. Nadie estaba muy contento con tener que despertarse a esta hora pero en retrospectiva, fue mucho mejor que ir hasta allá en la moto. A las 6am llegamos al pueblo de Chivay a tomar desayuno donde hubo un pequeño malentendido en el bus y aparentemente traté de robarme la botella de agua de un chico de Singapur. Lindsay, en lugar de ayudarme, se echó a reír descontroladamente. Las cosas no mejoraron al llegar a la Cruz del Cóndor, lugar de avistaje de estas aves. Subimos a la piedra más alta para poder tener una vista completa del cañón y los cóndores pero al llegar a la cima no me di cuenta que el cierre de mi casaca estaba abierto y mientras mi cámara caía una distancia de casi dos pisos yo reaccioné de esta manera:
– Oh shit!
No esperaba que nada pudiera distraer a todos los turistas que atentamente veían volar a los cóndores pero mi grito alarmado pudo más. Absolutamente todas las personas en un radio de 10 metros voltearon para mirar cómo me paraba inútilmente mientras mi cámara caía al suelo golpeando cada piedra camino al fondo. Una de las chicas del bus me alcanzó mi cámara abollada y por alguna razón sentí la necesidad de comunicarle a todo el mundo que todavía funcionaba. También existen versiones de este suceso. Según Lindsay, yo arrojé mi cámara al Cañón del Colca porque estaba enojado que ella se reía demasiado. No le crean.
El fin de semana pasó más rápido de lo esperado y nos faltó tiempo para ver más de esa hermosa ciudad pero todo era un indicador que ya era hora de partir. Era hora de regresar a casa.
Amigo me alegro por ti encontrarte con tu bella novia Lindsay, y despues de las muchas cosas que pasaste en tu viaje, lo de la camara es una anecdota risueña.
Espero tu proxima nota y el abrazo que daràs a tu madre y a tu gente.
Gracias por todas tus vivencias que desde que encontre tu pagina seguì dìa a dìa.
Cuidate y sè feliz.
Felicitaciones Luis! se ve que valió la pena todo tu esfuerzo, me alegro que hayas recorrido tantos lugares y visto diversidad de paisajes y sobre todo que te reencuentres ahora con tu familia! Cuidate mucho!
oh shit? … No pudiste decir “CARAJO!!!!!!” … Me trae muchos, pero muchoooossss recuerdosss!!!! MUCHOS!!!! Pero por lealtad, no voy hacer publica aquella anecdota vía WEB ….
Pepino!… me entero en este momento de tu gran viaje/hazaña por el sur cabalgando sobre tu chopper!
Te felicito, en mi prox viaje a lima nos reuniremos para que cuentes las anecdotas!
un abrazo,