La cabeza en las nubes: Rumbo al Perú

Había completado la Ruta de la Muerte pero eso no quería decir que el resto del camino iba a ser fácil. Pasar al asfalto fue un gran paso hacia adelante pero la altura estaba empezando a afectarme a mí y a la moto. Por más que hiciera esforzar el motor, no pasaba de los 70kph y la ruta seguía subiendo más y más. Con la altura venía en frío y unos kilómetros más adelante tuve que sacar los guantes grandes. A pesar de todo esto, la vista hizo que todo valga la pena. No había razón para estar quejándose.

Volando por las nubes

Las nubes envolvían a las montañas como mantos blancos y mientras más subía más majestuoso se veía el valle que dejaba atrás. Cerca de La Cumbre me detuve a un costado de la carretera. La moto ni siquiera se podía mantener prendida en neutro. Apenas soltaba el acelerador, se apagaba. Me bajé a tomar algunas fotos y regresando a la moto ya sentía la falta de oxígeno. Me metí más hojas de coca en la boca.

Sintiendo la pegada de la altura Hasta la moto se quedó sin aliento A larga distancia de las regiones subtropicales No había duda que estaba haciendo bastante frío.

Poco después llegué a La Cumbre (4640 msnm) donde hay una laguna formada por una pequeña represa. Paré ahí un rato para tomar un respiro… o varios respiros considerando la falta de aire. De ahí el camino descendía a la ciudad de La Paz. Compré un choclo con queso afuera del peaje a la ciudad. Le pedí a una de las señoras que vendían que me saquen una foto para la posteridad pero cuando traté de sacarle una foto a ellas, salieron corriendo hacia adentro de sus puestos riéndose. ¡Ya pues muchachas, no sean tímidas!

Choclo con queso. Mmmm. Se sonrojan... y no es por la altura.

La ruta que me había memorizado para cruzar por La Paz no me sirvió de mucho. Ya me había acostumbrado a seguir los mapas como fiel representaciones de pueblos o ciudades. Para La Paz necesitas más que un mapa. Necesitas una maqueta. Es difícil plasmar en un papel un diagrama de calles tan tridimensional como La Paz. Me perdí momentáneamente pero gracias a las indicaciones de varias personas pude salir del centro donde casi me quedo atorado en un tráfico infernal.

En el centro de La Paz Las casas afferándose a las laderas de los cerros en El Alto. La Paz

Luego de salir de la caótica ciudad fue una placentera recta hasta el Lago Titicaca. Estaba yendo lo más rápido posible ya que según la información que tenía la oficina de migraciones en Desaguadero cerraba a las 6:30pm y mi sombra (Wilson) me indicaba que no me quedaba mucho tiempo. La moto parecía tener hipo. Se sentía la falta de oxígeno y hasta me daba pena tener que exigirle tanto. El sol se empezaba a ocultar en la distancia y ni siquiera había llegado al Perú. Estaba determinado a llegar a Puno (para luego llegar temprano a Arequipa) cueste lo que cueste pero el destino parecía que me estaba enfrentando a todos los obstáculos imaginables.

Cruzando el altiplano boliviano La última vista de los nevados de La Paz. El astro rey ocultándose detrás del Lago Titicaca. Finalmente llegando a Puno.

Fue una grata sorpresa encontrar que la frontera estaba abierta. No hay que creer absolutamente todo lo que se lee en las guías de viajeros. El trámite del lado boliviano fue rápido y simple. Crucé el Río Desaguadero hacia Perú y sentí un enorme alivio estar de vuelta en mi tierra. Se me hacía agua la boca pensando en el primer chifa que encontrara en el camino. Desafortunadamente no tenía hambre todavía por la coca que había estado chacchando. Cruzar al Perú fue el inicio de varios problemas. Todos formando una muy grata bienvenida a mi país de origen.

Pasé a la oficina de aduanas para presentar el hecho que estaba regresando con el vehículo. Me pidieron los permisos de salida del vehículo pero les dije que cuando salí por Tacna no me dieron ningún documento ni me informaron de restricción alguna. El agente de aduanas procedió a leerme los acuerdos fronterizos entre Chile y Perú. La salida que me habían otorgado en Tacna establecía que tenía que regresar por ahí mismo y que no podía viajar más allá de Iquique o Antofagasta. Yo me fui hasta Ushuaia, Buenos Aires y Florianópolis. Un poco más lejos de lo permitido. Le pedí al agente que haga una excepción ya que nunca me informaron de esas condiciones a mi salida pero me dijo que no había forma de habilitar esa entrada por Desaguadero, sólo lo podía hacer por la estación de Santa Rosa, en Tacna.

– Vas a tener que regresar a Chile y entrar por allá.

No podía creerlo. Mi propio país me estaba negando la entrada. Me senté en una silla respirando profundamente tratando de guardar la compostura. Como toda figura de autoridad local, sabía que se negaba a hacer excepciones por demostrar poder. Le di un momento para que disfrutara del control que tenía sobre la situación y después le pedí que se comunique con la estación de Santa Rosa para confirmar si efectivamente era imposible permitirme la entrada.

Bueno, pero seguro va a tener que pagar alguna clase de multa.

Marcó el número de la estación y pude escuchar claramente que le decían que me deje pasar nomás, que no me haga problemas. Fue un grandísimo alivio escuchar eso. Tomó algunos datos adicionales, sacó fotocopias de mi tarjeta de propiedad y me dejó pasar pero no antes de decirme que tenga muchísimo cuidado yendo hacia Puno ya que habían bloqueos de carreteras en toda la región. Lo mejor sería que te quedes aquí nomás hasta que cese el bloqueo en un par de días… pero como estás en moto a lo mejor sí te dejan pasar. Ten cuidado nomás. Los bloqueos de carreteras en el Perú tienen la fama de tornarse violentos. El año anterior hubo un enfrentamiento entre policías y nativos en Bagua que terminó dejando muchos muertos y desaparecidos. En el caso de la región de Puno, hace algunos años lincharon y asesinaron al alcalde de Ilave. Estos manifestantes son bravos pero sentía una gran necesidad de llegar hasta Puno. Mientras me dirigía a la moto unos chiquillos se acercaron:

– Mister, mister! Nais moto.

– Oe! ¿Cómo que “mister, mister”? Háblame en español que yo soy peruano.

– ¿Queeé? Usted es paisano. Jajaja. Yo pensaba que era de otra parte por la placa de su moto.

– No, la placa es peruana.

– Ah yaaa. Es que como decía “NG” (las primeras letras de la placa), yo pensé que era de… no sé… Nigeria.

– Jajajaja. No, no. Es peruana. Mira, acá dice “PE”, le dije mientras le quitaba la tierra a la esquina de la placa.

Se quedaron un rato preguntándome sobre el motor y si era buena y cuánto había recorrido. Le hice un brevísimo resumen del viaje y me despedí de ellos. Al igual que el policía, me recomendaron tener cuidado yendo hacia Puno.

Efectivamente en la carretera encontré piedras regadas por todas partes. Esquivarlas no fue un problema y pensé que ese era el bloqueo que me habían mencionado hasta que llegué a un fila de camiones parados frente a un grupo de campesino en medio de la carretera. Bajé las luces y me fui directamente hacia el frente. Se acercaron tres campesinos y me dijeron que regrese porque no iban a dejar pasar a nadie. Les solté un floro que al igual que ellos yo también estaba rumbo a una protesta en contra de la ley del chaleco (que resulta ser cierto en esencia). Ambos estamos luchando por nuestros derechos, por favor no generemos obstáculos entre grupos que luchan por una causa. Después de unos cinco minutos de dialogar, me dejaron pasar. Ya no sentía el frío por la adrenalina de haber pasado un bloqueo de carretera en el altiplano… y de noche. Era la aventura al máximo. No podía creer que en un mismo día había hecho la Ruta de la Muerte, las alturas de Bolivia y ahora bloqueos de campesinos a lado del Titicaca.

El segundo grupo no fue tan receptivo a mis argumentos y me terminaron cobrando un “peaje” para colaborar con ellos. Me daba cuenta que este sería el método más eficiente para cruzar cada bloqueo. Cada cruce que pasaba se ponía más peligroso. Cada vez más se acercaban más a la moto y en mayor cantidad. En algunas partes, los manifestantes no prestaban mucha atención y lograba esquivar las piedras y continuar mientras me gritaban cosas inentendibles a la distancia. Algunos que estaban parcialmente atentos me lanzaban piedras cuando cruzaba sin detenerme. Ninguna me llegó a caer a mí pero un par cayeron sobre el bulto que llevaba. La adrenalina que circulaba por mis venas cambiaba de sabor. Dejó de ser la picante emoción del inicio y cada vez se tornaba más en un miedo amargo.

Uno de los últimos grupos que me detuvo consistía en alrededor de 15 a 20 hombres que rodearon la moto. La cabeza del grupo se paró a mi izquierda y mantenía un ligero control sobre los demás. ¡No lo toquen! ¡No toquen la moto! Uno de los campesinos vio la bolsa de coca atada a mi espejo y me pidió que les regalara un poco. Yo estaba dispuesto a darles casi todo pero el jefe del grupo le dijo: ¡No seas abusivo! Este es nuestro paisano. ¡Déjenlo pasar! Fue un cambio de actitud repentino del grupo entero. Mientras pasé a la turba algunos de ellos me daban palmadas amigables deseándome buen viaje. Doscientos metros más adelante me paré al lado de la carretera para confirmar mis sospechas: se habían llevado mi botella de agua que llevaba atada en la parte de atrás. Decidieron dejar mi calzoncillo sucio.

Veía luces de ciudad a unos kilómetros de distancia. Era Ilave. Me paré 10 minutos en la entrada de la ciudad debatiendo si debería continuar o pasar la noche ahí mismo. El sentido común me dijo que seguir andando era demasiado irresponsable y me quedé en Ilave. Mientras buscaba un hospedaje con lugar para guardar la moto recordaba los noticieros cuando mostraban esa misma plaza después del linchamiento del alcalde Cirilo Robles. Llamé a algunas personas para informar mi estado (seguía vivo). Una de ellas me recomendó salir a las 4 ó 5 de la mañana ya que a esa hora era muy poco probable que haya gente esperando en los bloqueos. Dudé de esa información pero no quería nada más que salir de esa situación.

Me desperté a las 4:30am y a las 5am ya estaba de vuelta en la carretera esquivando piedras. A mitad de camino hacia Puno alcancé a dos campesinos en moto que se dirigían en la misma dirección. A uno de ellos se le cayó el sombrero y yo regresé para recogerlo y entregárselo. Tenían que estar en Puno antes de las 7am para comenzar a trabajar e iban en moto porque les resultaba más fácil cruzar los bloqueos. Me uní a ellos y viajamos en grupo hasta Puno. Gracias a ellos no me paró ningún otro grupo de manifestantes. Fueron mi pase libre de circulación. Al llegar a Puno me di cuenta que aunque haya llegado la noche anterior, entrar a la ciudad habría sido imposible. Había un pelotón de policías en la entrada sacando enormes piedras de la vía. Era obvio que la noche anterior eso estaba lleno de una turba enardecida de campesinos, probablemente dispuestos a atacar a un motociclista viajero. Dejé a mis compañeros puneños y seguí rumbo a Arequipa. La amanecida empezaba descongelar mis huesos y se sentía muy agradable.

Algunas piedras en el camino saliendo de Puno. Vías intransitables

Las piedras en la vía continuaron hasta Juliaca, cada vez disminuyendo en cantidad y frecuencia. Saliendo de Juliaca rumbo a Arequipa encontré carreteras limpias y poquísimo tráfico probablemente debido al paro general. Un par de camiones de combustible me preguntaron cómo estaban los caminos y les dije que hasta Juliaca no tendrían problemas pero que después hacia Puno podrían complicarse. Me comí un par de alfajores y seguí chacchando mi coca. Ahora me daba cuenta que debería haberla usado desde el inicio del viaje para combatir el cansancio de las enormes distancias recorridas.

Pensé que la bajada a Arequipa iba a ser gradual y rápida pero cada cartel que me cruzaba me indicaba que siempre estaba por encima de los 4000 msnm. Ya estaba extrañando la velocidad. Hacía ya una semana desde que no pasaba de los 80kph y el ritmo de viaje me estaba frustrando. ¿Dónde quedó mi velocidad de 100kph? Es una diferencia enorme cuando estás recorriendo distancias tan grandes. Por lo menos el paisaje no era nada despreciable y esto continuó hasta el final de la Reserva Nacional Salinas – Aguada Blancas y llegar al Nevado Chachani donde la carretera bajaba a Arequipa pasando por Yura.

Descansando después de salir de Juliaca Optimista Niña caminando sobre las rieles Campesinos Laguna Lagunillas Ya quiero bajar de los 4000m!!! Ahora vicuñas en lugar de guanacos.Interesantes formaciones rocosas bajando a Arequipa

Contra toda adversidad finalmente llegaba a Arequipa. ¡Vaya viajecito!

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luis tenorio

Luis es un ingeniero en eterna búsqueda de aventura. Actualmente se pasa la vida viajando por el mundo y escribiendo relatos y código fuente. Es el creador de Cartas del Mundo y Vuelta Sudamericana y el director informático de The Glutton's Digest.

5 thoughts on “La cabeza en las nubes: Rumbo al Perú”

  1. amigoooooooooooooo que viajeeeeeeeeee, me alegra saber que ya estas en tu tierra. te felicito Luis. un beso grande CachiRosario.

  2. Hijo de mi corazon, que tal aventura la que has vivido, no imaginas la felicidad que tengo de saber que ya estas en Peru, falta poco para que llegues a casa!!!! FELICITACIONES!!!!!!
    Un gran abrazo.

  3. jajajaja ya llegas gaaayyyyj jajajaj que tal trash…. llegaras para el gay pride? jejeje oshe creo que ya llegaras a lima y no voy a estar 🙁 estoy en NY. Bueno mandas fotos pes besos!!! 😀

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