¡Ataca, Perro Sucio!: cap.4

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Nacho se encontraba en muy malas condiciones. Estaba pálido, sudando frío, y severamente deshidratado. Se tomó algo para el malestar y se fue a dormir. El sueño lo ayudó un poco ya que la mañana siguiente se volvía a notar el color en su cara.

Ese día lo tomamos con calma. Alberto nos llevó a pasear por Guayaquil, mostrándonos los lugares más simpáticos de la ciudad: El Malecón del Salado, el Cerro Santa Ana, el Malecón 2000, y algunos otros puntos de interés. La pasamos bien, y comimos aun mejor (excepto Nacho, obviamente). Durante todo el día la salud de Nacho iba mejorando. Su estado de ánimo se levantó, se lo veía más alegre y de buen humor. Hasta se arriesgó a subir los 444 escalones del Cerro Santa Ana, donde nos cayó la noche en un pequeño bar mirando el malecón. Fue una digna manera de terminar el día: tomando unos tragos, escuchando buena música y dejando nuestras últimas frases célebres en las paredes del local.

Después de una deliciosa pizza fue que Nacho se dio cuenta que tal vez su sistema no estaba todavía lo suficientemente restablecido como para poder consumir lácteos. Se fue corriendo al baño. Toda su mejoría se fue, literalmente, al tacho (o al inodoro). La cuestión es que cuando salió del baño, era como si se hubiese arrojado más que solamente su comida. Arrojó su color, su ánimo, hasta su alma. Era lo más cercano a un zombie que alguien llegaría a ver en su vida.

Terminamos llevándolo a una posta médica cercana donde le recetaron medicamentos y más reposo. Todos nos habíamos divertido un poco burlándonos de la mala fortuna de Nacho. Escenas como la siguiente con motivo de apoyo moral eran frecuentes:

APOYO MORAL!!

Sí, somos unos desgraciados, pero mientras la condición de Nacho empeoraba, nosotros disminuíamos la joda. Todos menos Eddie. Hasta el día de hoy no sé si siguió jodiendo porque no se daba cuenta que ya era inapropiado o porque simplemente no le importaba. La paciencia y buen humor de Nacho se desvanecía mientras avanzaba la noche y su malestar hasta que llegó al punto de quiebre.

Jose, Bobby, Eddie, y yo íbamos en la tolva de la camioneta mientras que Alberto llevaba a Nacho en la cabina a la farmacia. Mientras Nacho bajaba de la camioneta Eddie soltó otra de sus provocaciones pero esta vez, Nacho no se quedó quieto. Se lanzó hacia la tolva y le lanzó dos puñetazos a Eddie quien cayó hacia atrás quedando en una posición perfecta para extender su pierna directamente hacia la cara de Nacho. Parece que el ataque lo sorprendió demasiado como para que reaccionara. Nacho entró a la farmacia sintiendo el completo abandono de sus amigos. Eddie se quedó en la tolva sintiendo todo el enojo del mundo. No podía creer que Nacho creara semejante espectáculo frente a su familia. Claro que nadie, aparte de Eddie, culpaba a Nacho por la situación en la que nos encontrábamos. Es más, estábamos de acuerdo que Nacho había soportado más de lo debido mientras que nosotros nos pasábamos haciendo cosas como esta:

¡Sí, otra vez!

No hicimos nada esa noche. Los ánimos andaban por el piso y la tensión por las nubes. Cada uno se fue a dormir pensando qué nos traería el día siguiente, nuestro último día en Guayaquil.

Quizá lo más importante que debíamos hacer ese día era matricularnos para nuestras clases en la universidad. Cada uno tenía una hora específica para matricularse y el primero en la lista era Bobby. Era muy simple para todos. Mientras Bobby no se preocupara por su matrícula, ninguno de nosotros debía hacerlo. El problema era que la universidad había cambiado los horarios sin nosotros saberlo y en un momento de aburrimiento que entramos a una cabina de Internet a revisar correos nos dimos cuenta que su hora de matrícula ya había iniciado.

Siempre podemos contar con Bobby para entretenernos con sus episodios de ira explosiva. Es como ver a un viejo gruñón pero con la energía de un adolescente. Mejor dicho, como un pequeño Hulk que en lugar de desatar destrucción material, desata una cadena de lisuras y quejas en voz alta.

Felizmente nadie se quedó sin matricularse ese ciclo. Todos pudimos inscribirnos en las clases que queríamos con los profesores que queríamos. Ese fue el único buen momento que la fortuna nos trajo ese día pues al llegar la hora para partir al siguiente destino, perdimos a otro tripulante.

La salud y voluntad de seguir viajando de Nacho habían caducado. Mientras nosotros abordábamos el bus a Montañita, Nacho se quedaba atrás esperando un bus de regreso al Perú para reposar y tratar de recuperarse por completo. Nos lamentábamos la pérdida del danzante escocés, menos Eddie. Tras los hechos ocurridos, esa relación jamás volvería reponerse. Nuestro bus partió de la terminal y casi instantáneamente nos enfocamos en la siguiente aventura. Montañita nos esperaba con promesas de alcohol, sexo, drogas y demás locuras. Para nosotros, era un pequeño pueblo costero lleno de posibilidades.

¡Diversión!

 

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luis tenorio

Luis es un ingeniero en eterna búsqueda de aventura. Actualmente se pasa la vida viajando por el mundo y escribiendo relatos y código fuente. Es el creador de Cartas del Mundo y Vuelta Sudamericana y el director informático de The Glutton's Digest.

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