¡Ataca, Perro Sucio!: cap.7 – Rondando Portoviejo

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Poemas a la ciudad

Borrón y cuenta nueva. Las locuras de Montañita quedaban atrás mientras el bus seguía su rumbo al norte, hacia Portoviejo. El sol salía por nuestra derecha pero yo ya me había quedado dormido después de aquella noche interminable. Nos habíamos sentado en la parte de atrás pero no en asientos contiguos. Yo estaba al lado de la ventana y en algún momento del viaje, un grupo de escolares se había sentado cerca a mí y no paraban de reírse al verme babear sobre mi mochila mientras mientras mi cabeza rebotaba contra el vidrio de la ventana.

Varias horas después, luego de algunas paradas en pueblitos prácticamente desiertos, llegamos al soleado Portoviejo. Me limpié la baba seca de la cara y bajamos del bus para tomar un taxi a la casa de la tía de Eddie, que muy amablemente nos ofreció una habitación de su casa para dormir mientras nos quedábamos en Portoviejo.

La verdad es que en Portoviejo no había mucho que ver. No era un destino de particular interés colectivo para nosotros pero nuestra visita se debía en gran parte al deseo de Eddie de visitar a su familia y a la legión de amigos de infancia que había dejado hace muchos años. Yo quería tratar de llegar a Quito donde yo también tenía amigos de la infancia pero Eddie insistió que debíamos permanecer unidos en la totalidad del viaje y nunca más volví a ver a mis viejos amigos…

Al llegar a Portoviejo yo estaba visiblemente irritable. Lo único que quería hacer era dormir en paz. Eddie tomó mi irritabilidad como señal que lo iba a hacer pasar vergüenzas en frente a su familia y en tono amenazante me dijo, “Basta de niñerías. Ni se te ocurre portarte así en frente de mi familia”. Yo lo mandé al carajo. Cuando llegamos a la casa, su tía lo recibió muy efusivamente y nos ofreció un potente desayuno que recibimos muy agradecidos. Gracias a dios notó de inmediato mi cara de cansancio y nos mostró la habitación donde nos íbamos a estar quedando. Caí rendido sobre la cama y no desperté hasta varias horas después. Cuando por fin abrí los ojos me duché y bajé para encontrarme en medio de una gran reunión familiar que ocurría cada semana en casa de la tía de Eddie. Ya habían chorizos en la parrilla y un cooler lleno de cervezas heladas. También se encontraba presente Sandy, una prima lejana según pude entender del largo árbol genealógico de la familia. Con ella terminamos saliendo a todas partes. Era eso o quedarse sola en la casa de los tíos sin hacer nada y nuestra compañía ofrecía una considerable mejora en términos de diversión.

Nuestra primera noche salimos a Black Daddy, una de dos discotecas que existían en la ciudad. Tragos y bailes después Sandy terminó regresándose con sus tíos, que también estaban ahí, y Jose se fue con un grupo de locales que le ofrecieron llevarlo de vuelta a casa. Eddie y yo decidimos regresar a pie, confiando tal vez demasiado en sus habilidades para asegurarnos un seguro retorno. Camino a casa nos encontramos con los siguientes coloridos personajes:

No se que me hizo pensar que esta foto fue una buena idea.¡Entre vikingos!

Lo más curioso fue que llegamos a la casa exactamente al mismo momento que una camioneta dejaba a un asustado Jose frente a la casa. Los detalles de su historia se me escapan pero parece que el tipo que estaba manejando era un piloto de la Fuerza Aérea Ecuatoriana que participó o cuyo padre participó en un conflicto bélico entre Perú y Ecuador por lo que le guardaba cierto rencor hacia los peruanos. Lo llevó a “pasear” frente al edificio de la Fuerza Aérea de Portoviejo y a unas cuantas otras vueltas innecesarias. No creo que hace falta recalcar que después de eso no volvimos a separarnos.

Los siguientes dos días la pasamos en busca de los viejos amigos de Eddie. Su cebichería favorita incluida. Habría sido bueno que les hubiera avisado a sus amigos que iba a estar por ahí pero Eddie quiso mantener el elemento de la sorpresa. Parece que la sorpresa la cayó a él al darse cuenta que muchos de sus amigos de primaria ya estaban casados o tenían hijos. No es exactamente lo que uno espera en un reencuentro como este. En realidad, decir que nos pasamos buscando a sus amigos es una exageración dado que muchos de ellos estaban fuera de la ciudad así que nuestro tiempo se vio consumido por mucha vagancia.

La definición de vagancia.MmmffCuriosamente, el sillón era más cómodo que la cama hundida. La última noche tuve que dormir en el piso no solo por el calor sino porque mi espalda no soportaba más.

La última noche fue la gran expedición para buscar amistades de Eddie. Llegamos a visitar a tres familias y hasta encontramos su cuatrimoto antigua en el garaje de una casa. Definitivamente no era la idea de diversión en Portoviejo que nos había asegurado pero fue hilarante ver fotos de un pequeño Eddie en su primera comunión con su vestidito blanco y su velita. Qué linda. No disponíamos de mucho tiempo para quedarnos hablando toda la noche con sus amistades. La tía de Eddie nos había reservado espacios en un bus que nos iba a llevar a Guayaquil a la 1am y el siguiente bus no salía hasta la mañana. Después de la última visita decidimos cortar camino por un callejón ya que estábamos a dos cuadras de la casa de la tía de Eddie. Saliendo del callejón vimos a tres tipos sospechosos vagando por una de las casas. Estábamos seguros que eran pandilleros y que nos iban a robar. Se dirigieron hacia la puerta de una casa e hicieron de cuenta que tocaban el timbre. Los pasamos cautelosamente. Yo mantenía mi mano derecha detrás de mi espalda tratando de simular estar armado como para que no se les ocurra nada estúpido (esto en sí ya era bastante estúpido). El problema era que la casa de la tía era la siguiente y al llegar a la puerta, Eddie empezó a tocar el timbre como loco. Los tipos de la casa anterior volvieron a la calle y se acercaban donde estábamos. Eddie ya estaba desesperado y golpeaba la fuerte y gritaba, “¡Tíaaaa! ¡Ábrenos la puertaaaaa!”. Jose y yo nos quedamos mirando fijamente a los pandilleros y ellos nos devolvían la mirada con igual intensidad. Luego, en un momento de lo que podría llamarse lucidez telepática, mientras la tía de Eddie abría la puerta ambos grupos entendimos exactamente lo que había pasado.

“¡Pensamos que nos iban a robar!”, dijeron ellos.

“¡Nosotros también!”, les respondimos.

En un solo instante de risa se liberó toda la tensión del malentendido.

Es importante mencionar ahora que durante nuestra estadía en Portoviejo había una suerte de competencia entre Jose y yo para ver quién se chapaba a Sandy. Esa última noche Jose se jugó todas las cartas y ganó (…jugando sucio. Sucio, sucio Jose… perro) llevándose un beso. Eddie solo me miraba y se reía, “jijiji, te cagaron”.

Tratamos de apurarnos a empacar nuestras mochilas. Ya casi era pasada la medianoche y la tía de Eddie nos había ofrecido llevarnos hasta el terminal de buses. Sandy tenía que levantarse temprano para irse la mañana siguiente y entró a la habitación para despedirse de nosotros. El beso de despedida que le dio a Jose ocultaba un mensaje que todo pudimos comprender.

“¿Qué hago?”, le preguntó Jose a Eddie.

“Loco, has lo que quieras pero si no llegamos al bus a tiempo tu asumes las consecuencias.”, le respondió.

Para que entiendan el dilema de Jose hay que explicar la situación de tiempo en la que nos encontrábamos. El bus nos iba a dejar en Guayaquil en la mañana donde inmediatamente teníamos que encontrar otro bus que nos lleve lo más rápido posible a Piura. No sabíamos si existía un bus con ruta directa. En el peor de los casos tendríamos que tomar uno a la frontera y cruzar a pie nuevamente para luego tomar otro bus hasta Piura, de donde nuestro vuelo salía esa misma tarde. En resumen, teníamos que llegar a un vuelo en otro país ese mismo día y el tiempo que nos tomaría llegar hasta allá ni siquiera lo podíamos calcular con certeza. Jose dudó un momento pero una vez decidido se marchó a la habitación de arriba. Irónicamente, si la tía de Eddie preguntaba si ya estábamos listos, yo tenía que cubrir por Jose fingiendo estar mal del estómago y pedir unos minutos más en el trono.

El reloj marcaba el tiempo con paciencia y la espera se hacía larga pero era todo muy relativo porque Jose regresó sudando después de unos 15 minutos con una gran sonrisa.

“Vámonos.”

Ni siquiera tuvo tiempo para ducharse.

Su placentera visita no nos costó el bus de regreso a Guayaquil pero el itinerario ya estaba suficientemente ajustado de por sí. El destino nos había guardado lo mejor para el final.

Eres un sucio, sucio perro.

 

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luis tenorio

Luis es un ingeniero en eterna búsqueda de aventura. Actualmente se pasa la vida viajando por el mundo y escribiendo relatos y código fuente. Es el creador de Cartas del Mundo y Vuelta Sudamericana y el director informático de The Glutton's Digest.

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