Hambre, barro y cansancio: Pozuzo parte 2

Con nuestros estómagos en llamas, producto del aguardiente del tío de la tienda, continuamos nuestro camino hacia Oxapampa. En media hora ya estábamos en San Ramón y ya se me hacía agua la boca imaginándome las delicias que iba a pedirme en La Merced. Un tacacho con cecina, un juane, una patarashca. O mejor, una porción de cada una. Mi panza ya había pasado la etapa de los gruñidos. Estaba rugiendo. Ya falta poco, me decía a mí mismo, y efectivamente ya faltaba poco. Entramos a la recta principal que conduce directamente al centro de La Merced y yo seguía al Chancho esperando que gire a la izquierda para buscar un restaurante en el centro. Pasaron los dos desvíos hacia el centro y asumí que pararíamos en un lugar más adelante. Nop. Pasamos el cartel que muy cordialmente nos agradecía por la visita a La Merced y me dije, seguro vamos a parar en uno de los restaurantes campestres fuera de la ciudad, al lado del río. Qué buena idea. Pasamos uno, pasamos otro. ¡Carajo! No van a parar.

Adelanté al Chancho y me paré a un costado. Sudando me quité el casco mientras ellos bajaban la ventana de su nave de comodidad acondicionada con aire frío.

“¿No tienen hambre? ¿No vamos a parar a comer?”, les pregunté.

No tenían hambre. Mientras que mi dieta del día había consistido de una taza de café, un pedazo de cabanossi, y dos caramelos de limón, ellos habían estado comiendo sanguchitos, papitas, gaseosas, etc. Los restos de un festín de comida chatarra cubrían el suelo del asiento trasero. Había una evidente falta de entendimiento de lo que podía y no podía hacer mientras montaba la moto.

“Luchito, lo sieeeeentoooo. No nos habíamos dado cuenta que no podías comer”. Así se disculpó Andrealé por todos mientras algunos de los demás se reían por el malentendido. No los culpo. No lo hicieron con mala intención. De hecho, muchas de las desgracias que me acontecieron en el viaje se originaron sin malas intenciones. Paramos al lado de la carretera para poder alimentarme un poco. Con cada sanguchito sentía cómo me regresaban las fuerzas y se desvanecía la fatiga. Reponer esa energía era esencial ya que estábamos a punto de entrar al primer tramo de tierra y todavía recordaba cómo me había dejado la primera vez que pasé por ahí.

Om nom nom nom nom

No estuvimos ahí mucho tiempo. Solamente lo suficiente para que yo pueda comer algo y que los demás se estiren un poco. Casi inmediatamente después comenzó el tramo de tierra. Le bajé la presión a las llantas y arrancamos a una velocidad descomunal para lo que podía aguantar mi moto. Ya me estaba divirtiendo nuevamente. No era exactamente una ruta desolada de la Patagonia pero los caminos de tierra siempre me han entretenido. Esquivar baches, saltar reductores de velocidad, y adelantar a vehículos mejores equipados para esos terrenos es una gran sensación. Cada hueco en el que no caes es un pequeño triunfo y la moto se vuelve parte de ti. Ya no es una máquina que controlas sino una extensión de tu cuerpo. Cada minuto que pasa es otra pizca de adrenalina que se va inyectando a tu cuerpo que te pide un poco más de velocidad, un salto un poquito más alto, una deslizada un poco más larga. Y lo peor es que le vas haciendo caso. Vas alimentando la adicción y la confianza se va apoderando de la precaución poco a poco hasta que ocurre algo que te obliga a poner los pies en la tierra y darte cuenta que si cometes un error vas a tener un muy mal día. Para mí, ese momento llegó mientras cruzábamos un rompemuelles. Algunos de ellos eran tan largos que parecían rampas y yo ya le había agarrado el gusto a sentir las llantas despegarse del piso. Fui directo hacia la inclinación y aceleré.

Hay que tomar en cuenta dos cosas muy importantes. La primera es que para realizar un salto exitoso tienes que aprender la técnica. No es solamente irse de frente contra una rampa y esperar no caer con la moto encima. Existe una fina maniobra que se practica durante años para perfeccionar, la cual desconozco por completo. Segundo (por si no se dieron cuenta), mi moto es un poco distinta a una cross. Es más, lo único que tenía de motocross era el camino. La consecuencia de todo esto era que mientras la rueda de adelante se desprendía de la Tierra, la suspensión trasera se estaba comprimiendo contra la rampa. Cuando le tocó a la rueda trasera elevarse, lo hizo con el impulso adicional de la suspensión soltando toda la energía absorbida. En ese instante ya sabía que había cometido un gran error pues no era normal que la mochila que llevaba amarrada a la parte de atrás esté por encima de mi cabeza y si de milagro la moto no llegaba a darse toda la vuelta, inevitablemente iba a tener que aterrizar con la llanta delantera. Para que se den una idea cómo se veía eso y qué es lo que pasa normalmente en esta situación vean lo siguiente:

 

El Pichi y Carlos veían horrorizados desde la camioneta lo que estaba a punto de sucederme. Hasta ahora no se cómo (y probablemente nunca lo sepa pues no estoy dispuesto a repetirlo) pero logré aterrizar sin caerme. La llanta delantera cayó primero pero fue casi un milagro que no haya terminado con la moto como sobrero. Un poco más adelante paré al lado del camino, pálido, para esperar a los demás y el Chancho vino a toda velocidad y frenó a lado mío, pasando justo sobre un charco de barro. Yo ya había aceptado que me iba a ensuciar en este camino pero esperaba mantener el lodo de la rodilla para abajo. No esperaba que mis amigos me cubran de la cintura para abajo en barro fresco, sin mencionar la mitad de la moto y mi mochila.

El resto del camino de tierra lo pasamos con más tranquilidad y luego reapareció el asfalto que nos llevaría directamente a Oxapampa. Una hora de ascenso más tarde y ya estábamos circulando la plaza principal de Oxa. Ahí nos encontramos con el Primo, a quien habíamos visto por última vez cuando salíamos de Lima. Mientras el Primo conversaba con el grupo, yo me estiraba sacándome conejos de todas partes y haciéndome masajes en las nalgas para recuperar la circulación y evitar que se me termine cayendo una. Cuando finalmente terminé y me reincorporé, ansioso por ir directo al hospedaje que habían encontrado, me dijeron que me prepare porque en unos instantes íbamos a seguir el camino a Pozuzo. ¿Qué paso? Resulta que todos los hospedajes de Oxapampa estaban llenos. Habían llamado a varios lugares y todos respondieron de la misma manera. Eran las 2:45pm. Ya llevaba casi 11 horas manejando y estaba a punto de sumarle algunas horas más.

Nunca antes había pasado por el camino de Oxapampa a Pozuzo pero según las fotos que había encontrado en Internet antes de salir, parecía que iba a ser una pesadilla. Mis temores de caminos llenos de huecos y barro se desvanecieron al entrar a la última etapa de nuestra ruta. El camino era tierra compactada y salvo uno que otro bache fue bastante placentero hasta que empezamos a toparnos con obstáculos como estos:

El testimonio máximo de que Rodrigo tiene huevos no es que se haya lanzado con poca experiencia, sino que trató de sumergirse con la ventana abierta.Pfff, whatever.

Ni me quiero imaginar la tensión dentro de la CRV. No creo que Andreají se haya imaginado que en algún momento iban a usar el carro de su mamá como un submarino. Yo ya estaba analizando la piscinita para atravesarla por el lado menos profundo cuando me señalaron que había un puentecito a un costado. Gracias a dios. Quizá lo más divertido acerca de esta prueba de aventura fue que una combi venía en sentido contrario y nos quedamos mirando para ver si es que el chofer se metía de una o bajaba a los pasajeros antes de sumergirse. Simplemente pasó por el lado más pegado a las piedras y solo mojó sus llantas. Winner.

Los ánimos seguían altos pero la paciencia se iba agotando. Pasaban las horas y no parecía que nos estábamos acercando a nuestro destino. Cada minuto que pasaba perdíamos luz y el camino empeoraba con cada kilómetro. Los huecos se volvían más grandes, los charcos más profundos y el barro más espeso. De repente ya no teníamos sol. La oscuridad nos había envuelto y todavía estábamos muy lejos. Mientras tanto Carlos nos seguía insistiendo que estábamos a 30 minutos, máximo.  Lo habré escuchado como cinco veces. También ofreció en un par de ocasiones manejar la moto para que yo descanse pero no había forma que yo llegara a Pozuzo en otro vehículo. Le recordé que “lo que se monta no se presta”. Palabras sabias.

La poca paciencia dio lugar a la desesperación. Ya no quería más. Me dolía todo el cuerpo y tenía mucha hambre. Había tenido que dejar mi casco en la camioneta pues estorbaba más de lo que me estaba protegiendo. Antes de llegar a Pozuzo el seguro del visor se había perdido y tuve que quitarlo por completo. Como ya no podía usar el visor transparente, la única protección para mis ojos era el visor polarizado interno, lo cual hacía imposible ver el camino de noche. Andar sin visor también permitía que los insectos que abundaban en esta zona selvática se metieran dentro del casco y dentro de mis orejas lo que me provocaba darme cabezazos contra el manubrio. Dos veces tuve que detenerme para sacarme mosquitos de los párpados. Fue asqueroso. Mi mejor opción a esas alturas era deshacerme del casco y envolver mi cabeza con una chalina, dejando solo una pequeña abertura para poder ver el camino.

El Chancho y yo avanzábamos a un paso más rápido y de vez en cuando nos deteníamos para esperar a la CRV. Yo siempre iba adelante pero sabía que el Chancho iba cerca detrás mío pues sus faros los podía ver en mis espejos a una buena distancia, pero llegó un momento en el que yo seguía avanzando y nadie me iba siguiendo. La única luz natural era una hermosa e inmensa luna que iluminaba el camino, a veces de manera tenebrosa. En más de una ocasión, veía a las ramas que se extendían de los árboles al lado del camino convertirse en brazos delgados con dedos largos tratando de atraparme. En otras ocasiones me parecía ver espectros deambulando al lado del camino. Mis sentidos empezaban a traicionarme. Esperé unos 10 minutos para que me pudieran alcanzar los demás antes de darme la vuelta para ir a buscarlos. En el peor de los casos me imaginaba encontrar al Pichi y a Carlos usando el winche para sacar a la CRV del río. Felizmente, el retraso era mucho menos dramático.

Se había ponchado una llanta en la CRV y estaban tratando de cambiarla en la oscuridad. Todos parecían estar disfrutando el detenimiento para descansar un poco y estirar las piernas. Todos menos Andreají que ya estaba asumiendo lo peor acerca del pequeño infortunio. Su lógica era que si empezábamos a usar la llanta de repuesto y ésta se llegaba a rajar, sería completamente imposible regresar a Lima y el auto de su mamá quedaría como un recuerdo al costado de la carretera a Pozuzo. Carlos tuvo que asegurarle repetidamente que no era el fin del mundo y que en Pozuzo iban a encontrar un llantero que nos solucione el problema, pero que primero teníamos que llegar hasta allá.

Noten que Andreají no estaba de humor para posar en la foto.Andreají no está impresionada.

Vieja pero llena de vida.Si miras mucho tiempo al abismo, el abismo te devuelve la mirada... a veces en la forma de fantasmas solitarios.

Llegamos a Pozuzo cuando mi cuerpo me pedía a gritos un descanso. Ya había pasado demasiadas horas evadiendo huecos llenos de agua (y en algunos casos, atravesándolos completamente) y mosquitos que se ponían en mi camino. Cuello, columna, brazos y piernas hechos trizas, y sin mencionar el castigo que estaba sufriendo mi trasero. Eran las 9pm cuando cruzamos bajo el arco de bienvenida de Pozuzo en medio de gritos de algarabía y bocinazos anunciando nuestro triunfo. Habíamos llegado a nuestro destino después de 17 horas de manejo, o por lo menos eso fue lo que yo pensaba. Nuestra primera misión fue dejar la llanta ponchada de la CRV en la única estación de servicio del pueblo para que la repararan. Ahí nos bajamos todos nuevamente a estirarnos y celebrar entre abrazos el éxito de nuestra primera etapa de aventura. Casi todos, pues lo primero que hice yo fue acostarme en la vereda pues era lo más cercano que tenía a una cama en el momento.

Sí, ese teléfono se me cayó en la cara.Miren eso, debe haber sido como viajar en una nube."Aló, mamá. ¿Cuál es la definición de llegar sano y salvo?"Yeeee!!Me he caído y no puedo levantarme.Exactamente esto."Ay Lucho, no seas exagerado. Yo casi destruyo la camioneta de mi mamá."

Una vez que dejamos la llanta en las experimentadas manos del único mecánico de Pozuzo, seguimos hacia Toropampa, hospedaje vivencial de los tíos de Mafe. Atravesamos todo Pozuzo, se acabó el camino asfaltado, volvimos a caminos de tierra y con cada minuto que pasaba juraba que me estaban tomando el pelo, haciéndome dar más vueltas por gusto para ver en qué momento mi cuerpo se daba por vencido y me moría. Ni siquiera sabía por qué yo estaba yendo a la cabecera pues no tenía idea a dónde estábamos dirigiéndonos. Me tuve que poner detrás del Chancho y tragarme tierra durante unos 20 minutos más hasta que finalmente llegamos al verdadero destino final.

Los tíos de Mafe nos recibió cordialmente y el tío Hans, dueño del lugar, nos mostró dónde nos estaríamos quedando. Dos de las tres parejas tendrían la buena fortuna de quedarse en los nuevos bungalows privados mientras que las cinco personas restantes estaríamos compartiendo un dormitorio en la casa antigua. El equipo “Chancho” se ganó el hospedaje “deluxe” mientras los demás llevábamos nuestras cosas a separar cama al otro lado.

Todos éramos la representación viva de la palabra destrucción, pero es sorprendente lo que una ducha le puede hacer al cuerpo. Fue como volver a nacer y como buenos juergueros, celebramos la ocasión con unos shots de tequila antes de ir a cenar. Después de la comida, finalmente vino el dulce descanso. Una vez en los cuartos, caímos abatidos inmediatamente.

 

Una pequeña demostración de lo que tuvimos que atravesar, la gradual pérdida de luz, y el empeoramiento de los caminos:

 

 

* Fotos del viaje cortesía de Yvette y Andrealé. Bender gracias a Futurama.

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luis tenorio

Luis es un ingeniero en eterna búsqueda de aventura. Actualmente se pasa la vida viajando por el mundo y escribiendo relatos y código fuente. Es el creador de Cartas del Mundo y Vuelta Sudamericana y el director informático de The Glutton's Digest.

10 thoughts on “Hambre, barro y cansancio: Pozuzo parte 2”

  1. luchito! tu narración me ha hecho volver a vivir esos momentos de angustia!! Esos vídeos de noche manejando por esa selva infinita y esos tramos con el fango resbaladizo! waAa no quiero ni acordarme jajaja Después de todo que gran aventura!

  2. Hola me gusta tu pagina. La encontre buscando informacion para la renovacion de mi brevete de moto.
    Gracias si que me ayudo bastante.
    Saludos

  3. En el mes de Julio en mi Honda Tornado hice la ruta Lima – La Merced – La Merced – Pozuzo solo, la hice en dos dias y la ruta hacia Pozuzo si que fue dificil, no se como pudiste manejar tantas horas y aventurarte por esas rutas barrosas en ese tipo de moto pero se que cada vez que la recuerdas la experiencia, la extrañas y vives nuevamente la aventura con todos los dolores que sentiste.
    Si vuelves a planear otro viaje contactame para rutear…………

  4. Hola amigo, soy de Lima y trabajo en chanchamayo, por donde tu estuviste en esta aventura… te felicito, en los 14 años que trabajo por esta zona debo de haber realizado unos 20 viajes en MOTO por esta ruta, desde Lima y me conozco hasta el ultimo hueco de la carretera central (incluido Huancayo y Huancavelica), actualmente ya esta pavimentada hasta oxapampa, y créeme el tiempo de viaje se ha acortado enormemente pues puedes alcanzar un nivel de velocidad considerable… podría decirse que tengo bastantes horas de vuelo no???… así es amigo.

    Tengo un sueño…ir hasta Brasil por estas vías, que según tengo información se puede llegar, por lo pronto estoy esperando que acaben las lluvias para ir indagando por los pueblos como Ciudad Constitución (sueño del ex presidente Belaunde de convertirlo en capital del Perú), Palcazu, atalaya etc. un viaje mixto entre carreteras, caminos y ríos, imagino espectacular.

    Cuento con 2 motos una todo terreno de 250cc y otra idéntica a la tuya (UM 200 renegade).

    Te trasmito mi idea, a ver si hay algun interesado en realizar este periplo.

    Yo he viajado el 90% de las veces absolutamente solo, conozco bastante de mecánica de moto así que no me quedo botado en ningún lugar…. En uno de mis viajes a Huaraz, saliendo del Nevado Pastoruri se tranco la caja de cambios de la moto de mi pata y le destapamos medio motor en plena carretera..jajaja que aventuras!!!

    Dejo allí la inquietud… a ver si se concreta.

    saludos

    1. Ha pasado mucho tiempo desde tu comentario pero deseo saber si por tu experiencia de rutas me puedes ayudar ,pienso salir de cañete -yauyos-jauja y de ahi no se que ruta es mejor si voy hacia tarma para luego seguir a san ramon o quisiera ir de jauja a julcan-uchubamba-san ramon.Ojala te llegue esta espectativa de viaje que tengo y puedan asesorarme.
      Gracias

  5. Ah olvidaba agradecer lo del tema de brevetes…yo manejo con uno que me dieron el año 92, del Ministerio de Transporte, me dijeron unos policías que ya no vale…si lo sé… pero como también cuento con brevete de carro… es mi recurso para convencer de que estoy habilitado pues mi moto es de 250cc
    pero voy a tramitar el que corresponde para estar al día.

    saludos

  6. Hola Lucho, te felicito por tu blog, es sumamente interesante y me has dado muchos tips para continuar viajando sobre dos ruedas. Yo tengo una Honda Tornado 250 en la cual ya he hecho algunos viajes, como a Huaraz, Cajamarca, y otro poblados menores de la sierra liberteña. Vivo en Trujillo.
    Ojalá en alguna oportunidad podamos rutear juntos, tengo interés de ir a Huaraz, y hacer una ruta que rodea al Huascarán para luego ingresar por Chiquián a Huanuco, luego por La Oroya a Huancayo o, en todo caso a la Selva Central; es cuestión de ponerse de acuerdo.
    Otras rutas que tengo interés en hacer es ir hasta Yurimaguas por Tarapoto y aprovechar y visitar Kuelap en Chachapoyas. Espero sus comentarios. En todo caso nos podemso contar via email (vhmorenos@outlook.com) o facebook (Víctor Hugo Moreno Sánchez). Felicitaciones nuevamente y espero sus comunicaciones.
    Un abrazo,
    Víctor

  7. URGENTE …. EMPEZAR A ESCRIBIR DE LA VUELTA AL MUNDO! … YA MISMO!!! PRIMER POST PORFA!

  8. Estimados amigos de vuelta sudamericana. Agradezco la informacion sobre la licencia, pues tengo una vieja XR 250 y una cuatri. Pense que con mi A2 era sufciente, ahora lo tengo mas claro. Por otro lado felicito tus ganas de viajar en moto, creo que no existe placer mas grande sobre una maquina, en lo personal radico en una ciudad llamada Satipo (desvio de Oxa), he tenido el placer de hacerme un vajecito de hasta 18 horas manejando, desde mi Satipo, via huancayo. Ayacucho,Abancay,Cuzco, Puno y vuelta Por pampa galeras Nazca, Arequipa, y vuelta a Lima en 10 dias , descanse una semana. luego de Lima, la Merced, Oxa. Pozuso,Villa Rica, Eneñas, Puerto Bermudez hasta Ciudad Constitucion. Y luego por ultimo regrese a mi pueblo. (No paso nada grave salvo estrellada en ayacucho y a 25 Km de llegar a mi pueblo se safo la cadena rompiendo la tapa del carter. como resultado tuve que montarme en un camion.) Todo esto el 2002 cuando las carreteras asfaltadas brillaban por su ausencia, salvo la panamericana y otras. aun no habian las camaras digitales, viaje solo mas de la mitad del camino. tenia creo 24 años (manejo desde los 8 años)
    Aun sueño con hacer la ruta norte hasta kuelap y por el sur salir hasta Brasil, mi moto esta cada ves mas vieja pero camina sin pedir permiso, atravezando todo lo que se ponga enfrente.
    Saludos, exitos con los siguientes viajes.
    Ojala el destino me permita viajar jcon tu macha alguna ves, si vienes por Satipo avizame.

  9. Estimado Luis

    Son muy buenas tus historias,tus aventuras, yo tengo una scooter recien estoy aprendiendo a manejar me gustaria comprarme mas adelante una keeway 200cc y recorrer el Peru formar un grupo y comprartir aventuras como las que tienes.

    Saludos.

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