Oxapampa pt.4: Selvámonos!

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La dueña del hospedaje cerró la reja con candado detrás de nosotros mientras nos alejábamos. Se dio la vuelta y desapareció en la oscuridad de su casa. La primera tarea era evaluar el estado de cada local para ver cual ofrecía el mayor grado de juerga. El primer lugar parecía un prostíbulo de baja calidad que además de inspirar harta confianza, estaba cerrado así que descartamos la opción. Justo en frente, había una discoteca con decenas de motos estacionadas afuera. Ese parecía ser nuestro paradero esa noche, pero para estar seguros dimos una vuelta más para ver si había algo mejor. Pasamos por un bar donde habíamos visto mucha gente varias horas atrás pero ahora estaba cerrado. La otra discoteca a la espalda de la plaza que había visto, emitía ruidos muy parecidos a música de ambiente. Se abrió la puerta y salió un tipo que confirmó nuestras sospechas. Next.

Regresamos a la disco con las 30 motos afuera y hablamos con el VIP que cuidaba la puerta. Bueno, tal vez VIP es una exageración, era un chibolo de 18 años que se encargaba de abrirte la puerta o decirte que el local estaba lleno y ya no podías entrar. A nosotros nos tocó la frase, lo siento, ya estamos cerrando. El Ra le dio la explicación que habíamos venido de Venezuela y queríamos conocer y estábamos buscando un lugar para divertirnos pero igual nos dijo que ya no podia hacer nada. Insistimos un poco más pero el muchacho estaba determinado a evitar que entráramos. Nos quedamos dando vueltas un rato mientras veíamos que salían personas y entraban algunas más (todos locales). No teníamos ganas de seguir discutiendo ni armar ningún escándalo así que fuimos a la plaza a plantear la estrategia de cómo volveríamos a entrar al hotel jodiendo a la dueña lo menos posible. En eso comenzaron los retorcijones estomacales, seguramente producto de la falta de alcohol y sin pensarlo más, le tocamos el timbre a la señora. Esta vez salió su esposo que se veía más relajado. Nos preguntó si volveríamos a salir esa noche. Nop, ya no hay nada que hacer allá afuera. A dormir.

En la mañana discutimos el intento fallido de ingresar a la discoteca la noche anterior. También repasamos la acciones que tomamos las víctimas de los ronquidos de Hugo y Ramien. Entre ellas estaban: insertar jabones en la boca del roncador, sacudirlos violentamente mientras dormían, lanzarles zapatos a la cabeza y ceniceros a los huevos. Aparentemente, la técnica del cenicero fue la más efectiva, aunque tal vez no haya sido la más apropiada.

Salimos nuevamente a la plaza en busca de un típico desayuno oxapampino. Era una comida contundente y los que la comieron toda volvieron a tener sueño pero eso no iba a detenernos el día ese día. Esta vez ya teníamos todo en orden y planeado para que sea un día exitoso. Ya habíamos comprado entradas en Lima para el festival de Selvámonos 2009, una gran fiesta campal que duraría desde la 1pm hasta alguna hora indeterminada de la madrugada. Para hacer tiempo hasta que comience la jarana, fuimos a un puesto de información turística que se encontraba en la plaza y preguntamos qué lugares podíamos conocer en los alrededores. El lugar más accesible considerando la restricción del tiempo era (nuevamente) una catarata: La Catarata del Río Tigre. Se encuentra a 50 minutos caminando de Oxapampa pero nosotros, por cuestiones de la vida, nos terminamos demorandonos cerca de 1 hora y cuarto en la camioneta. Tal vez se debió al hecho que a cada persona que le preguntamos le dijimos un nombre diferente.

– Muy buenos días señora, ¿El Salto del Tigre por dónde es?

– Disculpa, ¿La Catarata del Salto del Tigre está cerca de aquí?

– Hola, ¿Falta mucho para el Río del Tigre Saltado?

– Habla, ¿cuánto falta pal Tigre?

Tampoco nos ayudó que Ramien haya tratado de asesinar a una señora que estaba vendiendo frutas al lado de un puente. Supuestamente, quiso parar para pedir direcciones pero cualquier persona que vea tremenda camioneta viniendo a toda velocidad y sin frenar se iría corriendo también. Está de más decir que la señora no nos ayudó a encontrar el lugar.

Después de 20 minutos más, llegamos al sendero que conducía a la catarata y nos tocó otra caminata pero esta vez a través de un bosque tropical mucho más frondoso que cualquiera de los anteriores. El musgo cubría cada piedra y tronco que pisábamos y hacía que la caminata sea más complicada. Felizmente, aproveché la ocasión para estrenar los zapatos especiales que había conseguido recientemente. Los Vibram FiveFingers. Son como usar guantes en tus pies, casi como caminar descalzo. Esto permite que puedas usar tus dedos del pie para “envolver” ciertas superficies y adquirir mayor tracción y estabilidad. Entre los comentario recibidos estaban:

– ¿Qué son esos? ¿Zapatos? Me estás jodiendo.

– ¡Ah no! Tu sí viniste preparado. Tu sí sabes. Debes ser de por acá.

 

 

 

Para cualquier viajero, uno de los más grandes cumplidos es que crean que sea de la localidad. No pasamos mucho tiempo en la catarata. Estaba bien metida entre los árboles y hacía mucho frío como para pasar debajo de la caída. Unas cuantas fotos fueron suficientes como para decir misión cumplida.

 

 

Regresamos al hospedaje y luego de un breve duchazo (esta vez sin una siesta) salimos nuevamente, esta vez en busca del rancho donde se llevaba a cabo la fiesta. Nos dimos cuenta rápidamente que no íbamos a llegar usando solamente nuestra propia intuición. Otra vez empezamos a cambiarle el nombre a las localidades oxapampinas.

– Señora, buenas tardes. ¿Por dónde voy para llegar al Selvámonos?

– ¿El selva-qué?

Aparentemente no todos los habitantes de Oxapampa estaban enterados del evento de proporciones épicas que se estaba llevando a cabo.

– ¿El Rancho Rufus?

– ¡El Rancho Ruffner! Está un poco más abajo por esa calle.

Durante el resto del viaje y aún estando dentro del rancho, no nos entró en la cabeza que nunca se llamó Rancho Rufus.

Cuando finalmente llegamos, encontramos un mar de autos estacionados en un pastizal, entre grass alto y caca de caballo. No tengo idea como algunos de esos autos llegaron hasta ahí, mucho menos cómo saldrían. Asumimos que una vez adentro ya no podríamos salir así que intentamos acabarnos la mayor cantidad de chelas como fuera posible. Después de 3 ó 4 latas cada uno, decidimos entrar, seducidos por todas las bellas chicas que estaban entrando.

Después de los choripanes y todas las cervezas que tomamos, las memorias de los acontecimientos del festival se mezclaron entre sí. Recuerdo a una chica en estado de ebriedad TOTAL a eso de las 2:30pm. Se nos acercó y prácticamente se lanzó en los brazos de uno de nosotros, mencionó lo deliciosos que estaban los choripanes y después se fue haciendo un esfuerzo sobrehumano para no tropezarse. Estoy seguro que en su mente, pensaba que se retiraba con una caminata sensual de pasarela cuando en realidad tenía la misma gracia que un borracho de callejón a eso de las 3am. Recuerdo haberme sentado en la tierra bajo un techo de paja improvisado escuchando una asombrosa sesión de acid jazz. Había una flaca muy simpática que se sentó detrás de mi con su amiga y me doy cuenta ahora que todas las veces que rozaba su pie suavemente con mi brazo no era precisamente porque se estaba acomodando. Recuerdo una pelea que se desató entre un gringo y un oxapampino por razones que nadie pudo comprender. Pasaron de estar hablando tranquilamente con un grupo de alemanas a intercambiar golpes en medio del festival. Bueno, en realidad fue el gringo que recibió todos los golpes. Los VIPs se encargaron de botar al belicoso. Más tarde nos encontraríamos con Ramona y Steffi, dos alemanas del grupo. No recuerdo de qué hablamos y probablemente no haya sido nada relevante pero es importante mencionarlas ya que Alessandro se quedó deslumbrado por Ramona. Es probablemente lo único de lo que se acuerde del Selvámonos. Curiosamente, a pesar de haberse quedado anonadado por ella, no se acordó de su cara cuando la vimos en el desayuno la mañana siguiente.

Las chicas regresaron a su grupo después de conversar un rato y nosotros volvimos al trago que todavía nos esperaba en la camioneta. Ra decidió que era el mejor momento para abrir el aguardiente anisado que había traído. Yo ya había hecho un juramento meses atrás que nunca volvería a tomar aguardiente anisado. La necedad humana es un concepto muy gracioso que felizmente puede ser fotografiado:

Volvimos a entrar para escuchar a La Sarita. Cuando empezaron a tocar “Dame tu cocona” me acordé de Andrés y cómo había quebrado mi récord en Crazy Combi. Hasta el día de hoy, es el único juego en el que me ha ganado (aparte de un algunas ocasiones de YanKenPó). El concierto de La Sarita estuvo genial pero ya se estaba haciendo tarde y nos tocaba un viaje difícil de regreso. Calculamos que serían unas nueve horas seguidas hasta llegar a Lima y yo quería salir lo más temprano posible para que no nos agarre la noche bajando de Ticlio. Los demás querían esperar al descontrol que se vendría cuando empiece el rave que estaba programado para el gran final. Yo ya no podía más con las piernas así que regresé a la camioneta para descansar un rato, tratando de sumar algunos minutos de sueño que necesitaría para el día siguiente.

 

 

No hubo rave, pero hubo esto.
No hubo rave, pero vimos unas buenas sacudidas.

 

Para la sorpresa y desgracia de todos los que esperaron, nunca hubo un rave. Los demás regresaron a la camioneta y nos fuimos al hospedaje a dormir. Al entrar, la señora nos preguntó si volveríamos a salir. No señora, creo que ya es suficiente por hoy. Su cara expresó un gran alivio. Pusimos las alarmas y nos metimos al saco. Era las 2am. Mi expectativa era salir de Oxapampa a las 8am pero como la vida no siempre se ajusta a tus planes, recién nos despertamos a las 8:30am.

Empacamos las cosas en la camioneta, pagamos el hospedaje y fuimos al restaurante El Típico de la plaza para tomar el desayuno oxapampino gigante. Finalmente salimos de Oxapampa a las 10am. Llenamos los tanques e iniciamos el camino de retorno, esperando que sea más tranquilo que la ida. La realidad nos demostraría que lo peor estaba por venir.



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