Desde hace algunos meses he notado un incremento en la cantidad de veces que me han dicho que estoy loco. No solo la frecuencia sino también la intensidad con la que se suelta esa palabra hacia mi persona va en aumento. Originalmente, la locura se denominaba a un determinado comportamiento que rechazaba o se desviaba de las normas sociales establecidas. A pesar que hoy en día la locura engloba ciertas enfermedades mentales, su uso sigue siendo según el contexto original.
A continuación, mis supuestas locuras en formato cronológico:
Octubre 2007 – Decidí que me haría un tatuaje. Se lo comentaba a mis padres como una broma y siempre mostraban su rechazo a hacerme marcas indelebles en la piel. Seguí haciendo esto durante un tiempo hasta que un día regresé con un tatuaje en la espalda. Digamos que mi esfuerzo por tratar de suavizarlos previamente con las constantes referencias al tema no tuvo el efecto deseado. “Luis, estás loco. Pareces un delincuente con esa cosa en tu espalda.”
Agosto 2008 – Pedí vacaciones con meses de anticipación para poder mochilear durante un mes por Chile, Argentina, Brasil y Bolivia. Mis amigos me dijeron que era una locura y que era muy poco tiempo para tanto recorrido. Felizmente, su forma de decir que mi idea era disparatada tuvo una connotación positiva. “¡Un mes mochileando por Sudamérica, qué locoooo!”
Marzo 2009 – Harto del infierno que es el tráfico en Lima, contemplé durante meses la idea de comprarme una moto. Mi madre y hermanas me lo prohibieron (terminántemente) amenazándome con botarme de la casa o quemar la moto (¡qué drama!). Es más, ni siquiera botándome de la casa permitirían que me la compre. “¿Una moto? ¡Estás loco! Ni siquiera bromees con eso. Te la compras sobre mi cadáver.”
Mayo 2009 – Después de hacer varios viajes en moto a lugares exóticos como la casa de mi vecino y la bodega de la esquina, decidí que ya tenía suficiente experiencia como para salir de mi cuadra. Empecé a usar la moto como media de transporte principal en el caos que es la ciudad de Lima. Todos me dijeron que debía tener problemas mentales si creía que conducir una moto por esta ciudad era una buena idea. Esta experiencia urbana constantemente me presenta a gente mucho más loca que yo: taxistas y choferes de combi. Claro que cuando se me cruzan, no les digo locos. Les digo otra cosa.
Julio 2009 – Aprovechando los feriados de Fiestas Patrias, planeé un viaje hasta Lunahuaná en moto. El esposo de mi prima intentó disuadirme usando mentiras exageradas y ridículas tácticas de miedo. “Eres un demente. En Lunahuaná te MATAN para quitarte esa moto.”
Octubre 2009 – El último viaje a Oxapampa generó una desbordada preocupación por parte de una vieja amiga que nació allá. Me suplicó de rodillas (por chat) que no haga el viaje por lo peligroso que era. Ella y el resto de su familia prácticamente me aseguraron que moriría en el camino y que semejante estupidez no valía la pena. Las demás personas con dudas sobre el viaje simplemente asumieron que de Ticlio no iba a pasar. ¿Crees que vas a pasar por Ticlio? Tas loco, won.
Octubre 2009 – Durante el mismo viaje, me detuvieron unos policías por adelantar en una curva abierta (no había tráfico en sentido contrario pero bueeeeno, hay que respetar las leyes). Me bajé de la moto y le entregué mis documentos al oficial. Lo seguí en silencio hasta el borde de la carretera donde nos quedamos contemplando el horizonte entre las siluetas de las montañas. Luego de un momento de profunda meditación de su parte me preguntó, “Señor, ¿a usted le gustaría tener una vida larga? porque lo que acaba de hacer es una locura.” (No les miento. Realmente escogió esas palabras)
Ayer en la mañana – Me encontraba disfrutando el hecho de adelantar a todos los autos atascados en la Av. Javier Prado. Es uno de los grandes placeres de andar en moto en la ciudad. Llegas a un embotellamiento en una avenida larga y enfocándote en la distancia ves que entre cada fila de autos hay un espacio suficiéntemente ancho para avanzar sin tener que hacer ninguna maniobra complicada. Es como si las leyes que rigen el universo hayan diseñado ese espacio precisamente como un carril de motocicletas. Aproximándome a la intersección que tiene a todos jalándose los pelos, un Toyota plateado se cruza por mi glorioso carril y me obliga a frenar. No fue una frenada en seco que me hizo sudar. Al contrario, fue una frenada lenta y tranquila porque este tipo de metidas de carros son algo a lo que siempre tengo que estar pendiente. Aparentemente el señor se encontraba muy estresado (efectos del tráfico, seguro). Bajó la ventana del asiento pasajero y me preguntó, “Oye, ¿estás loco? ¡¿ESTÁS LOCO?!”
Lo miré fijamente y antes de avanzar y dejarlo renegando en el tráfico que tánto odiaba, asentí con la cabeza con una gran sonrisa. “Sí. Sí lo estoy.”
JAJJAJAJA … como me haz hecho reir con la frase del policia ,la verdad no me la esperaba … despues de eso sigue pa’ lante que son esas “locuras” las que te llenan el espiritu.