Iquique, tierra de sol y mar. Inesperadamente paradisiaco y fuente de diversión. Si antes había pensado que Arica era un buen lugar para descansar, entonces Iquique era el non-plus-ultra. Poco después de llegar me encontré con Emily, una amiga que conocí hace mucho tiempo (4 días antes en el hostal de Nazca). Estaba exhausto pero logró convencerme para que bajara a tomar unos tragos y conocer a la gente del hostal. Ella ya había estado acá una noche. En realidad, se había convertido en mi pseudo-compañera de viaje. Nos conocimos en Nazca y cuando ella llegó a Arica me recomendó el Surfhouse Hostel. Pasamos un día ahí y luego ella siguió a Iquique. Era sumamente útil tener a alguien que te recomiende y reserve habitaciones con anticipación, pero más que eso, te levanta los ánimos llegar a un lugar nuevo e inmediatamente ver una cara conocida.
Cada hora que pasaba hacía que fuera más difícil irse. Cada día conocía a más gente. Gente que llegaba de todas partes, gente que se iba a todas partes. Gente de Noruega, Holanda, Inglaterra, Australia, Estados Unidos, Alemania, Taiwán, Uruguay, Brasil, Finlandia, etc. Llegaban, se quedaban siquiera una noche y ya tenías un amigo nuevo. Solo bastaba compartir una experiencia. Algo tan simple como tomarse unos tragos o algo más complejo como contarle algo muy íntimo a un extraño, solo para poder quitarte el peso de encima. Todas estas acciones crean lazos entre las personas y son estos lazos los que te atan al lugar donde estás. Es así como la única noche que iba a pasar en Iquique se convirtió en 3 noches, y como mi último día se convirtió en una noche adicional.
La primera noche fue relativamente tranquila, casi introductoria. Un grupo pequeño de 4 personas había salido a tomar unos cuantos tragos al patio. Poco a poco, se iba sumando más gente siguiendo los pasos reglamentarios: te acercas, te sientas, pones tu propia botella sobre la mesa como símbolo de confraternidad y te presentas. Sencillo. En estas conversaciones te enteras de las paradas de los demás y sus futuros destinos. La mesa de tragos es el punto esencial donde se intercambia información útil acerca de buenos lugares para visitar o algunos trucos que te pueden ahorrar tiempo o plata en otra parte. Entre algunas lecciones que dieron vuelta: el tour del Salar de Uyuni es mejor si se toma el de 4 o 5 días desde Tupiza, uno de los sitios más hermosos al sur de Chile es Cerro Castillo, y que en Brasil se habla portugués. Este último dato agarró desprevenidos a cuatro británicos que se estaban pelando. Yo tenía todas las intenciones de salir a seguir la juerga a los bares cercanos pero a la hora que el grupo se paró de la mesa para salir, la mitad ya estaba demasiado cansado como para seguirla. Algunos valientes sí decidieron salir. Yo no estaba en ese grupo.
El segundo día fue definitivamente muy relajante. La mañana la pasé echado sobre la arena frente al mar comiendo unas manzanas enormes. El sol estaba bastante fuerte pero aún así, sabiendo de la existencia de la Corriente del Humboldt, no debería haberme sorprendido que el agua en Iquique fuera más fría que en las playas del Perú. En la tarde llegaron dos KLR 650 (más motos). Sus dueños, Steve y Marco (un americano y ecuatoriano, respectivamente) habían estado viajando juntos durante algún tiempo y hacia el norte, en Perú se separarían. Esa noche fue la que más he hablado sobre motos en muchísimo tiempo. A nuestra conversación se había sumado Jeremy, un canadiense dueño de una moto BMW que había pasado por el hostal anteriormente por casi una semana. Le había gustado tanto que decidió quedarse por casi dos meses. Tan firme fue su decisión de quedarse que hasta se compró su propio equipo de parapente, que usaba todos los días para lanzarse de los acantilados y sobrevolar la ciudad, finalmente cayendo sobre la playa. Jeremy ayudó a Steve a ajustar algunas partes de su moto que se habían soltado al cruzar por San Pedro de Atacama y luego de eso nos pasamos el resto de la noche tomando vino y hablando sobre motos, rutas y aventuras. Me dijeron que mi moto pasaría normalmente por el “Camino de la Muerte” en Bolivia pero que tenga mucho cuidado en la Patagonia argentina ya que los vientos laterales que soplan en el fin del mundo son más bravos que los del litoral peruano, aunque por lo menos sin arena. Marco me puso en contacto con Fernando, otro peruano que también está viajando a Ushuaia. El también tuvo unas demoras desafortunadas pero ya se encuentra en camino. Si mido el tiempo bien, nos podremos encontrar en Mendoza la próxima semana.
No todo era emborracharse y salir a bailar toda la noche, aunque juzgando por las siguientes fotos diría que eso formó gran parte del plan:
No no, aparte de la juerga había que comer para sobrevivir. Algunos iban a restaurantes, algunos subsistían de las sobras de los demás y los demás cocinaban. Luego de recibir quejas y preocupaciones sobre los contenidos de mis alimentos (todo nutritivamente cocinado por nuestro fiel microondas), empecé a cocinar bajo las instrucciones de mi amiga inglesa. Esa noche freí cebollas y pimientos por primera vez (sin burlas, por favor) e hice unas deliciosas fajitas. Mi mamá estaría tan orgullosa.
Finalmente llegó la mañana del 4 de abril. La noche anterior los chicos británicos habían formado un complot para emborracharme lo suficiente para que duerma hasta tarde y no me de tiempo de salir. Lamentablemente, su plan no funcionó. Alcancé a tomar desayuno y comencé a empacar todo. Conversé con una pareja de uruguayos que se habían estado quedando un buen rato. Mientras jugaban ping-pong, yo terminaba de sujetar mi botella de agua a mi mochila. Entré para despedirme de las únicas dos personas que se habían despertado a esa hora y coordiné con Emily para ver si nos volvíamos a cruzar más al sur. Al alejarme lentamente del hostal me puse a pensar que irse de un lugar es más difícil cuando tienes la libertad de hacerlo cuando quieras. Muchas de las personas ahí tenían que cumplir con un itinerario para seguir su viaje. Otras eran más flexibles pero sus horarios de salida eran condicionados por las salidas de aviones y buses. Cuando estás con tus propios medios, el irse es completamente voluntario. Es una decisión propia sin influencias. Es triste dejar atrás amistades que recién se están formando.
Saliendo de la ciudad ya empezaba a sentir la nostalgia de abandonar mi refugio paradisiaco. Ojalá la nostalgia haya sido el peor de mis problemas ese día. Nada podía prepararme para lo que estaba a punto de ocurrir.
totalmente de acuerdo con lo de las partidas y los medios propios!!! q paja el viaje!! lamentablemente recien doy con la vitacora pero me estoy poniendo al dia 😉 un abrazo, y bienvenido si te quieres venir en moto a españa jajajajajaa