“Jajaja, estás loco. Mi negra ya no aguanta un viaje como ese. Yo tampoco estoy en condiciones físicas como para hacer un viaje tan largo. Mi moto ni siquiera va a poder pasar esos caminos de barro. Además, hay muchas advertencias de huaicos y lluvias a lo largo de toda la carretera. Todo eso y ni mencionar el bloqueo de los mineros en La Oroya.”
“Dale Lucho, va a estar buenísimo”.
Repetía las respuestas que le di a Andrés en mi cabeza una y otra vez mientras regresaba a mi casa. Durante una hora insistió intermitentemente para que lo acompañara junto a un grupo de amigos en un viaje que había organizado a Pozuzo pero le di mil y un razones por las cuales sería una mala idea que yo fuera. Cada una de esas razones iba perdiendo importancia frente al prospecto de una magnífica aventura mientras más me acercaba a mi hogar. Apenas llegué lo primero que hice fue llamarlo. “Me animé. Nos vemos en el punto de encuentro a las 4am”. Tenía solamente seis horas para prepararme antes de la salida.