Saboreando la meta: Puerto San Julián y Río Gallegos

El 22 de abril el sol decidió salir en toda su plenitud. No había una sola nube en el cielo y teníamos un camino soleado por delante. Hubiera sido mejor si el sol fuera de la mano con el calor pero eso ya no se aplicaba aquí. Cuando salimos a subir las cosas a las motos podíamos ver nuestro aliento en el aire, todos los carros tenían las ventanas congeladas, y los charcos estaban sólidos. El sol ya no era sinónimo de calor, pero era un gran motivador para seguir andando.

Antes de salir de Sarmiento pasamos por el museo prehistórico. Obviamente a esa hora (9:30am) estaba cerrado pero igual estaba bueno para una fotito. Los dinosaurios eran de tamaño real y a mí siempre me gustaron los dinosaurios.

Dinoparque de Sarmiento

Una vez fuera de la ciudad comenzó lo bueno. Ya había renunciado a rellenar los zapatos y guantes con periódico dado que el resultado al final del día era manos y medias manchadas y pedacitos de papel por todas partes. Un desastre total. Intenté otras posiciones para sentarme en la moto y evitar que el viento helado me chocara directamente. Terminé apoyando mis pies sobre las bocinas y así el viento daba directamente con la suela de la bota. Por ahí no entraba frío.

En la distancia podíamos ver una meseta aparentemente plana que creaba un línea recta a lo largo del horizonte. Era sorprendente que fuera tan plano y me acordé lo que un amigo dijo sobre líneas rectas en el mundo: no hay líneas rectas en la naturaleza. Esto fue durante un peculiar argumento que involucraba la forma que tienen las carambolas. En este caso, parecía que alguien había bajado un telón celeste para tapar una enorme cadena de montañas. Acercándonos un poco más, resultó que ni siquiera era una meseta, sino una serie de lomas que habían atrapado y conservado una ligera capa de nieve sobre la superficie.

Paisajes nevados saliendo de Sarmiento

Era claro que estábamos atravesando temperaturas bajo cero. No solo por la presencia de nieve sino porque se estaba formando una capa de escarcha en la punta de mis botas y mis rodillas. Bajando los cerros por el otro lado desaparecieron las señales de congelamiento y por primera vez en mucho tiempo volví a estar a orillas de la costa Atlántica. Paramos un rato a abastecer y sobre todo, sacudirnos el frío y nos topamos con otro motociclista que estaba de regreso. Las coincidencias están en todas partes y este caso no fue la excepción. Después de unos minutos de estar hablando, Fernando y Sami (el motociclista canadiense) se dieron cuenta que ya se conocían de antes. Habían estado escribiéndose a través de un foro de viajeros para ver si podían hacer alguna parte del viaje juntos. El más emocionado fue Sami que aparentemente nunca había pasado una coincidencia tan aleatoria como esta. Aparte de lo curioso del encuentro, que fue en una estación de servicio en medio de la nada, fue afortunado habernos encontrado con él ya que pudimos intercambiar valiosa información que nos serviría a todos más adelante. Más que nada, nos llenó de confianza al decirnos que el ripio chileno, que íbamos a tener que atravesar en Tierra del Fuego, era mil veces mejor que el ripio argentino a lo largo de la Ruta 40. Un verdadero alivio.

El buen Sami.

 

Tras haber estado tanto tiempo expuesto a los elementos y la naturaleza, los lindos paisajes que uno ve empiezan a tener otro aspecto. Es decir, siguen siendo los mismos paisajes que cualquiera puede ver pero el significado cambia totalmente. Una nube esponjosa flotando a la distancia no evoca el mismo sentimiento de, mira que linda esa nube, le saco una foto. Uno empieza a notar hacia dónde se dirige y si presenta riesgos de lluvia o nieve. De la misma manera, un hermoso atardecer sobre el infinito patagónico deja de ser solamente una cautivante puesta de sol. Ver un atardecer se convirtió en una señal de alerta que el tiempo para hallar un lugar donde pasar la noche se acababa. La inminente falta de sol significaba la proximidad de temperaturas físicamente intolerables. El mundo constantemente está mandando señales y todo tiene un propósito más profundo que simplemente ser algo lindo para ver. Solo hay que prestar atención.

A punto de apagarse nuestra fuente de luz y calor. Y sí, se me quemó un foquito. La cuenta regresiva se aproxima a su final.

Llegamos a Puerto San Julián media hora después que oscurezca. No hacía tanto frío como la noche anterior pero igual buscamos refugio rápidamente. Encontramos un gran hospedaje frente al mar y ese fue el fin de esa jornada.

Nuestro destino del día siguiente era Río Gallegos, a una distancia que podríamos tomar con tranquilidad. El sol levantándose por encima de la superficie del mar inundó la habitación y aprovechamos las primeras horas de la mañana para tomar desayuno y ver un par de atracciones turísticas locales. Había un recorrido por un camino a lo largo de la costa donde se podían ver lobos marinos y diferentes tipos de aves pero sabíamos que llegaríamos a ver todo eso en Ushuaia así que solo vimos lo que ofrecía el centro de la ciudad: un monumento a los Héroes de las Malvinas y la réplica de una de las embarcaciones de Magallanes cuando surcó las aguas de esta zona.

Linda vista matutina Plaza de los Héroes de las Malvinas La nave de Magallanes, la Nao Victoria.

Tuvimos un segundo día soleado consecutivo. Igual nos estábamos pelando de frío pero las condiciones levantaban los ánimos. Ya me habían advertido que cruzar esta parte de la Ruta 3 a través de la Patagonia era tan aburrida que me iba a querer pegar un tiro. Después de un tiempo de estar viendo lo mismo es cierto que el trayecto se puso bastante aburrido pero no era para tanto. Lo que nos tenía entretenidos era tener que soportar al frío y algunas eventuales ráfagas de viento. También teníamos de espectadores desde las tribunas. Guanacos, ovejas, corderos y ñandús todos detenían sus actividades (que únicamente consistía en comer) y nos miraban pasar de largo. Los ñandús eran los espectadores más peligrosos. Hasta estando relativamente cerca de ellos parecían arbustos que de un momento a otro decidían que querían comer del otro lado de la pista. Era como ver a un pequeño árbol cobrar vida y tener que evadirlo rápidamente.

Todo esto continuó hasta las 4 de la tarde cuando llegamos a Río Gallegos. Pasando por la oficina de turismo nos dieron algunas recomendaciones para encontrar un lugar que tenga estacionamiento y decidimos quedarnos en el hotel Punta Arenas, que a primera vista se veía muy agradable. El problema con este hotel no eran las instalaciones sino la ineptitud de los empleados. Las chicas del hotel siempre fueron amables pero el dueño viejo y el recepcionista de noche tenían parecían no tener concepto alguno de lo que significa calidad de servicio. En la tarde nos sentamos en el Something Café que es parte del mismo edificio y también propiedad del dueño del hotel. La mesera nos dijo que teníamos que salir si no estábamos consumiendo nada. Le explicamos que no habíamos entrado de la calle, que nos estábamos quedando en el hotel. Nos dijo que eran las reglas del dueño así que pedimos hablar con él directamente. Primero la mandó a la chica a decirnos que si queríamos hablar con él, que pasáramos a su oficina. Nos negamos. Como clientes, él debería acercarse a nosotros. Esto aparentemente lo sacó más de sus casillas y cuando vino a nuestra mesa nos dijo, Yo soy el dueño acá y yo pongo las reglas. Si no les gusta, pueden irse de mi hotel, y en seguida regresó a su oficina a desconectar el Wifi. No podía creer que alguien con semejante actitud todavía pueda tener un hotel donde se hospeden turistas. Inimaginable. Lo peor era que cuando regresamos en la noche, después de desquitarnos con un buffet donde comimos hasta reventar, tuvimos otro problema con el staff. La almohada de Fernando estaba visiblemente sucia. Llamó al recepcionista de turno para que le cambie la almohada y éste le dijo:

No, no está sucia la funda. Solo son unas manchitas de la almohada de adentro. ¿Viste?

Mira, yo veo que esta almohada esta sucia. ¿Qué te cuesta cambiarme de almohada por una que esté limpia?

Y… yo no soy el encargado de limpieza.

¿Qué clase de respuesta es esa para alguien que está atendiendo en un hotel? Lo que pedíamos era simplemente un cuarto y una cama limpia para dormir, algo que ni siquiera debería ser solicitado explícitamente en un hotel. El flaco eventualmente trajo otra almohada pero nosotros nos despertamos temprano y con los primeros rayos de luz ya estábamos empacando las cosas para largarnos de ahí. Lo único bueno del lugar era el café que nos sirvieron de desayuno en el Something Café. Así que mi recomendación es que si alguna vez llegan a pasar por Río Gallegos, NO SE QUEDEN EN EL HOTEL PUNTA ARENAS.

Como tema aparte, no tengo fotos de Río Gallegos porque después del roce que tuvimos con el dueño no nos dio ganas de hacer nada. Lo único que resaltó de la caminata que dimos por el centro fue esta tienda ubicada justo al lado de un colegio.

El Estudiante: Revistas, golosinas... cigarillos?

¿En serio? ¿Una tienda llamada “El Estudiante” al lado de un colegio que publicita cigarrillos como uno de sus productos destacados? No me sorprendería si el tío del hotel también fuera dueño de esto.

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luis tenorio

Luis es un ingeniero en eterna búsqueda de aventura. Actualmente se pasa la vida viajando por el mundo y escribiendo relatos y código fuente. Es el creador de Cartas del Mundo y Vuelta Sudamericana y el director informático de The Glutton's Digest.

2 thoughts on “Saboreando la meta: Puerto San Julián y Río Gallegos”

  1. Vamosssssssss!!!! Falta poco!!!

    Mira, cuando llega lindsay de panama?

    Estoy que agarro la FJ y me voy a dar la vuelta!!!!

  2. Two things are unbelievable about this entry. One, that you reward Rob for being an idiot by mentioning him and acting like you two are BEST friends on your blog! And two, that you (who hails from a country that has unarguably the WORST customer service in the world) just dedicated so much space and time to complaining about poor hotel service. That manager must have really left his mark on you. I am really happy he didn’t retaliate by stealing your computer, because then I’d probably have less blog entries to look forward to!

    Do you think in the future that when Sami is describing his serendipitous encounter with Fernando to other people, that he is going to do as poor of a job as you do when you are describing meeting Hana in Iguazu? Aw rats, that wasn’t you, was it?

    Keep up the safe riding, great writing, and good picture taking! Your eye for detail continues to delight me!
    xo

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