“I hope you had the time of your life”: Buenos Aires

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Al fin en Buenos Aires. Al igual que Ushuaia, este era otro punto importante en mi viaje pero no por las mismas razones. Ushuaia era un hito por lo remoto y Buenos Aires lo era por lo familiar. De alguna forma, era como volver a casa: llegar a un lugar donde hay gente que quieres y a su vez, donde sabes que hay gente que te quiere.

 

La tarea más crítica era sin lugar a duda reemplazar la cadena. Ya no más repuestos baratos, tenía que encontrar una cadena de calidad que tenga O-Rings. Estas se mantendrían lubricadas por más kilómetros y no se deformarían con el paso del tiempo. Básicamente, son las cadenas recomendadas para este tipo de viajes. En el hostel me recomendaron que vaya a la esquina de las avenidas Córdoba y Pueyrredón, donde se encontraban varias casas de repuestos. Ahí vas a encontrar todo lo que necesitás. En el camino hacia allá sentía la cadena muy suelta y cuando volteaba para verla, veía que saltaba incesantemente. Cuando tomé una curva hacia la izquierda, la cadena se salió completamente de la corona y se enganchó en el eje, frenándome en seco. Arrastré la moto hacia un costado y como había dejado las alforjas en el hostel, no tenía herramientas. Tuve que desenganchar la cadena del eje y volver a colocarla sobre la corona a mano limpia. Esa mañana acababa de lavar mi ropa. Qué irónico. Ha pasado más de una semana y las manchas de grasa todavía no salen. Ahí me di cuenta que la solución temporal al porta-coronas que hizo Samuel en Puerto Natales había llegado a su límite. La corona estaba floja y le estaba causando un desgaste mucho mayor a la cadena. Iba a tener que comprar más repuestos de los que había planeado.

Capos Hasta tenía grasa en la cara.

Tras reenganchar la cadena y limpiarme las manos con tierra para no seguir engrasándome llegué al taller de unos dominicanos a una cuadra de todas las tiendas de repuestos. Los chicos tenían una onda genial y me indicaron rápidamente dónde podía conseguir los repuestos que necesitaba. Terminé reemplazando toda la transmisión: el piñón, la corona y el porta-corona. La cadena fue más difícil de conseguir ya que ninguna de las tiendas tenían la medida que yo necesitaba pero al cabo de dos días más, encontré una hermosa cadena italiana que cubría todos mis requerimientos. Con toda la transmisión nueva se me acabaron los únicos problemas vehiculares que había estado teniendo. Era difícil creer que todos estos pormenores los estaba arrastrando desde que se rompió la primera cadena al norte de Chile.

Ya había decidido que no haría el circuito turístico de la ciudad. No iba a caminar por Puerto Madero, a pasear por la Plaza de Mayo, o a hacer el tour de La Boca. Eran todas cosas que ya había hecho en el pasado. No es que no me hayan interesado pero con los problemas mecánicos fuera del camino pude concentrarme en lo que había venido a hacer a Buenos Aires: visitar a mis amigos.

La primera salida era con el grupo del colegio. Yo había estudiado en Buenos Aires durante el 2001 y todavía me mantenía en contacto con varios amigos entre los cuales quedó un grupo bastante unido. Salimos a tomar un café a la tarde y a eso de las 9pm cada uno se fue a su casa para alistarse a la salida de verdad. Regresé al hostel para descansar un rato antes de salir ya que en Lima aparentemente me hice la fama de quedarme dormido en las reuniones (Eso y apagar fogatas). Me eché a dormir y después de una hora y media me cambié. 11pm. 12am. 1am. No pasaba nada. Sabía que en la Argentina la juerga comenzaba más tarde pero ¿tan tarde? Llamé a uno de mis amigos y me confirmó que se iban a reunir a las 2am en un bar de Palermo. Llegué a las 2:30am y todavía faltaba gente. ¿Qué onda con salir tan tarde, ah? Los mojitos me mantuvieron despierto toda la noche. Buenos tragos, buena compañía.

 Quique, Fer, y Nico con la Inmortal Mojitoooo! Festejando con Agus, Quique y Nick Palou.

La siguiente noche, preparamos un asado con el grupo amigos de Sugar Bowl, lugar en EEUU donde trabajé por cuatro meses. Fue una noche de abundante comida, recuerdos y risas. Muchos de mis mejores recuerdos son haber trabajado con ellos cuatro años antes. Fue una experiencia inolvidable, igual que este viaje. Si recordar es volver a vivir, entonces no podía estar pasándola mejor. Es posible que el mejor momento de la noche haya sido cuando después de acabar con la carne, ensaladas y vino, sacamos una obra maestra de torta de chocolate. Los ojos de todos los presentes se iluminaron. Estoy casi seguro que era a causa de la torta. Casi.

Altos compañeros: Nano, Marian, Gaby y Vale. Lindísimas.Sesiones musicales Pura finta. Sería bueno que aprenda a tocar guitarra.

Sí, también fue noche de música amateur. Hablando de eso, pude alcanzar a ver a alguien que ni siquiera me acordaba que estaba viviendo en BA. Jorge Cadillo, un compañero de la escuela de canto (Jazz Jaus), me invitó a su depa en San Telmo para almorzar y hablar de la vida. Vimos los videos de los conciertos en Lima donde nos presentamos (aquí un ejemplo) y llegamos a la conclusión que hacer música es una de las sensaciones más gratificantes que hay. También aprendimos que las recetas que uno prepara en casa no siempre salen igual que en los tutoriales de Youtube.

Siempre me da una alegría especial reunirme con gente que no veo hace tiempo. Esperas ansioso para ver cómo han cambiado pero luego de pasar un rato de vuelta en el grupo te das cuenta que siguen siendo las mismas personas con las que forjaste una amistad años atrás. Es reconfortante saber que en el fondo, las grandes amistades siempre se mantendrán constantes. Igual que una comida casera…

Me miro al espejo y me imagino la cara de hambriento con la que me habrán visto los padres de Gaby para que me inviten a una cena en su hogar. ¿Cómo podría negarme? Me hizo bien estar envuelto en una dinámica de familia. Creo que ya me estaba empezando a olvidar cómo era una familia de verdad: los lazos fraternales, el cariño paternal y las preocupaciones de una madre al tener a su hijo/a a miles de kilómetros de distancia. La mamá de Gaby me hizo prometerle que llamaría a mi madre con más frecuencia (solo falta que ella me conteste). Me sentí muy afortunado poder pasar el tiempo con ellos y estoy profundamente agradecido.

Con Gaby y su hermana Maru. Puedo asegurar que la mancha de vino no fue culpa mía, y capaz que por eso fue más gracioso.

No todo es color de rosa en la gran ciudad de Buenos Aires. Regresando al hostel después de la deliciosa cena en lo de Gaby me topé con una escena desafortunada. En medio del cruce de dos avenidas había una ambulancia, un patrullero, un taxi, y una moto echada en el piso. El motociclista estaba tendido en el suelo pero no parecía estar en condiciones tan graves ya que los paramédicos estaban hablando entre ellos y el tipo de la moto estaba echado hablando por celular. Parece que los tipos usaron la técnica de mi tío para determinar la urgencia de una situación: ¿es una emergencia? Sí. ¿hay sangre? No. Bueno, todo bien.

 

La estadía en Buenos Aires no solo se trataba de visitar a viejos amigos sino también conocer a gente nueva. En el hostel había un grupo muy heterogéneo y divertido. Gente de Colombia, Bolivia, Brasil, Argentina, y hasta Japón. Una noche, sin siquiera tener tantas ganas, salí a un boliche con algunos de ellos. Por alguna razón, terminamos teniendo una conversación filosófica sobre la vida, la felicidad y el destino. Mientras caminábamos de vuelta al hostel después que nos botaran del boliche, pensé que por un instante había descubierto el significado de la vida. Algunas personas lo encuentran meditando en la cima de una montaña durante décadas. Otras lo encuentran un jueves a las 5am después de varios Cuba Libres. Es posible que quedarme una semana más en la ciudad me haya dado la respuesta definitiva… Bueno, más razones para regresar.

Camilo, Natalia, Segio, Juan Pablo, y Yojiro Vamos Colombia! Vale sonreir. La dulce Roberta. ¡Cómo le gusta bailar! Los chicos en pose con la Inmortal Con Juan en frente a la entrada. Tomen nota: Lerma 476

Estos fueron los individuos con los cuales la pasé tan bien en el Hostel El Candil.

Durante los días, si no estaba buscando repuestos, procuraba pasear por lugares donde no había estado anteriormente. Gracias a la recomendación de algunas personas (o las pocas veces que falló mi sentido de dirección) conocí el Museo Xul Solar, la librería principal de El Ateneo (que se encuentra en lo que solía ser un teatro), el partido de La Matanza, el estadio del Vélez Sarsfield, y reemplacé mi paseo de Zen en el Jardín Japonés por el Jardín Botánico. Esto es lo que pude destacar de ellos:

– El Museo Xul Solar es esencialmente lo que me imaginaba que sería mi casa cuando tenía siete años. Escaleras construidas de manera aparentemente aleatoria simulando un dibujo de MC Escher. Me imaginaba lo que sería tener invitados y que alguno me pregunte por dónde está el baño. Trata de encontrarlo.

– Quedé boquiabierto cuando entré al Ateneo. Ya me habían dicho que era una librería en un teatro pero el uso de los espacios y la iluminación fue algo que no me esperaba. Era como entrar a un palacio. Me dieron ganas de comprar un libro. Cualquier libro. Felizmente el sentido común entró en acción y me dijo, “Ajá, y ¿dónde lo vas a llevar?”.

– Uno de mis lugares favoritos en la ciudad es el Jardín Japonés. Siento una tranquilidad como en pocos otros lugares y por eso me gusta regresar cada vez que visito Buenos Aires. Esta vez, opté por ir al Jardín Botánico. No es que uno sea mejor que el otro. Son diferentes. Lo que al Botánico le falta de paz y serenidad lo compensa con misterio. Los frondosos árboles de diversas especies crean un techo natural que dejan pasar algunos rayos de sol creando sombras y reflejos sobre los caminos y las estatuas romanas. Algo así como el Jardín Secreto. Lamenté no haber llevado repelente.

Museo Xul SolarArriba, abajo, derecha, me pierdo, me pierdoLibrería El Ateneo. Wow.  Ninfa del Jardín Botánico Rayitos de sol Este instrumento se supone que mide un montón de indicadores atmosféricos y astronómicos. No entendí cómo usarlo.  Dentro del Botánico.

Una de las últimas actividades que hice fue aceptar la propuesta de Nano para ir a navegar en el Río de la Plata de noche. Lo pasé buscando al trabajo pero cuando llegamos al muelle, había entrado una niebla que lo desanimó a salir. A punto de resignarnos a tomar mate en su velero anclado, la niebla despejó y salimos de a pocos para tantear las aguas. El río estaba tranquilo y cuando ya habíamos salido lo suficiente del puerto, alzamos las velas y tomamos rumbo hacia el centro del río. Mientras charlamos no nos dimos cuenta que poco a poco las luces de Buenos Aires iban desapareciendo. La niebla había regresado. Llegó a un punto en el que no se veía absolutamente nada. Era como estar en medio del océano. A pesar que sabía que estábamos corriendo un riesgo sentía la misma tranquilidad que uno sentiría en un tanque de aislamiento sensorial. Estábamos flotando en medio de la nada. Fue ahí que aprendí que la niebla es el peor enemigo del navegante. Encima de eso, la batería estaba perdiendo carga. Dejamos solamente las luces necesarias para que nos vean y regresamos prácticamente a ciegas al puerto (¿usar GPS cuenta como regresar a ciegas?). Todo fue una experiencia singular. Nunca había salido a navegar en velero, mucho menos de noche.

Nano soltando la vela principal. La niebla ni siquiera dejaba tomar buenas fotos.

Cada día que pasaba en Buenos Aires me daba más razones para quedarme. Después de nueve días ya estaba listo para buscar un trabajo y quedarme viviendo ahí, pero como dicen, “todo lo bueno llega a su fin” (una frase que preferiría no creer). Ya era hora de irme. Me tomé el tiempo para revisar todas las cosas que llevaba y ver de qué me podía deshacer. Fui eliminando algunos artículos que ya no necesitaría: unos pantalones térmicos, lubricante para la cadena (la cadena nueva usa aceite), y la cadena de repuesto. Ojalá le sirvan a alguien. Cargué todo y me fui al puerto para embarcar al Buquebus que me llevaría a Uruguay. Mi última grata sorpresa fue encontrarme con Gaby que había ido a despedirme a la terminal.

Despedida La ciudad de la furia se subre de agua.

Subí la moto al barco y le di un último vistazo a la ciudad que se cubría con una fina capa de agua. El barco zarpó y me senté en una mesa. Sabía que detrás de mí las luces de Buenos Aires se hacían cada vez más pequeñas y desaparecían bajo la llovizna pero no miré hacia atrás.

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luis tenorio

Luis es un ingeniero en eterna búsqueda de aventura. Actualmente se pasa la vida viajando por el mundo y escribiendo relatos y código fuente. Es el creador de Cartas del Mundo y Vuelta Sudamericana y el director informático de The Glutton's Digest.

2 thoughts on ““I hope you had the time of your life”: Buenos Aires”

  1. Hijo querido!!!! que bueno que encontraste lo necesario para equipar tu moto asi no tendras problemas en los siguientes tramos ,solo se cauteloso .Procura medir el peligro, bastante arriesgado tu paseo en el velero . Me da muchisima alegria que estuvieras con tus amigos y hayas disfrutado al maximo.
    Te deseo lo mejor en tu nuevo recorrido. Que Dios te bendiga. Un gran abrazo

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