Cuando me desperté todavía llegaba a ver algunas estrellas pero el cielo de fondo ya no era negro, sino un azul oscuro. Se venía el sol. Me cambié y justo cuando empezaba a guardar las cosas, apareció una esquina de luz por encima de los cerros lejanos. Justo a tiempo para dar un poco de calor y traerle un poco de vida al vacío del desierto.
Guardé la carpa, monté todo sobre la moto y subí a la duna que me sirvió de escondite para divisar plenamente mi entorno. Verdaderamente estaba en medio de la nada y sumamente orgulloso de ello. A pesar de las bromas que me jugó mi imaginación, había sido una noche tranquila y relajante. Estaba restaurado.
Bajar del cerro fue otro reto. Subir presentaba la dificultad de no tener tracción para impulsarme hacia arriba. Bajar fue complicado porque no importaba hacia donde giraba el manubrio. La moto iba por donde más le convenía y lo único que podía hacer era mantener el equilibrio. Al llegar al borde de la carretera, estaba sudando. Era la primera vez que sudaba en el desierto. Entré a la calzada y en menos de cinco kilómetros ya estaba en la estación de servicio. Llené el tanque y me fui a toda marcha hacia La Serena. Estaba determinado a llegar pase lo que pase. Eran las 8:30am y recién comenzaba el recorrido de 700km del día.
El sol estaba fuerte pero lo único que sentía era frío. Pensé que aguantando media hora más se podría calentar el entorno pero no cambió en lo absoluto y ya estaba empezando a temblar. Había cruzado oficialmente la latitud donde sería necesaria la siguiente capa de ropa. Saqué las capas interiores de la casaca y el pantalón y los coloqué. Fue un cambio enorme. El único problema persistente fueron los guantes. Ya era hora de desechar los de tela que tenía y comprarme unos que sí me protejan del viento y el frío, y capaz de bichos y piedras en el camino.
Pasaban las horas y estaba contento con el recorrido. Lo que pasaba era que no me daba cuenta cuántas horas habían transcurrido. Cuando paré a comer algo vi que ya eran las 3pm. Faltaba mucho todavía. Faltaba tanto que cuando finalmente llegué a La Serena ya eran las 6:15pm. Fui al lugar recomendado pero estaba lleno. Cuando estaba a punto de salir, Andrés, el chico que me atendió, me dijo que una amiga cercana tenía un hospedaje muy cerca de ahí. Me quedé un rato esperando mientras la mamá de Andrés me invitó una taza de té y conversamos sobre la realidad latinoamericana, política y desastres naturales. Me retiré para ir al otro hospedaje y ducharme, no sin antes decirles que regresaría para retomar la conversación. No pude cumplir con ello ya que después de darme un largo baño me golpeó todo el cansancio acumulado de manejar 10 horas seguidas. Caí rendido sobre la cama y lo único que me despertó fue un fuerte temblor que sacudió toda la casa a eso de las 6:30am. Consideré salir corriendo pero la cama dejó de temblar y estaba haciendo mucho frío afuera. A seguir durmiendo.
En la mañana salí un poco tarde ya que estaba esperando confirmación de dónde me estaría quedando en Valparaíso. ¿Sería un hostal o un departamento que me podían prestar? Terminó siendo el hostal ya que el depa no estaba en condiciones habitables debido al reciente terremoto. Rellené mis guantes de papel periódico para tener un poco de aislante del frío. Funcionó bastante bien. Me protegía lo suficiente del viento y ya no tenía la incomodidad de tener los dedos tiesos. Definitivamente fue un enorme respiro ya que terminaría manejando durante 7 horas, recorriendo un total de casi 500km. A pesar de la distancia, la carretera estaba en perfecto estado haciendo de la travesía un verdadero placer. En algunas bajadas llegué a alcanzar velocidades que la misma moto con las justas aguantaba. Ni siquiera figuraba en el velocímetro. La geografía también cambió radicalmente. Atrás había dejado el árido desierto de Atacama y poco a poco empezaban a asomarse pequeñas señales de vida silvestre. Primero algunos arbustos regados aleatoriamente sobre los cerros y el borde de la carretera. Luego empezaron a aparecer en mayor concentración aumentando su verdor. Después empezó a crecer un pasto amarillento entre los arbustos terminando de cubrir lo que antes había sido nada más que piedras y arena. Finalmente los arbustos se convirtieron en árboles. Árboles que albergaban a varias clases de bichos juzgando por las manchas que repentinamente aparecían en mi visor.
Entre otras cosas interesantes que ofreció el camino: dos enormes parques eólicos, un observatorio solitario postrado en la cima de un cerro a la distancia, y una neblina arrastrándose por la cumbre de un cerro aparentando ser un tsunami destructivo a punto de arrasar el valle ubicado debajo.
En la noche pasé por Viña del Mar y llegué a Valparaíso. Las calles eran mucho más complicadas de lo que aparecía en el mapa ya que todo está construido sobre varios cerros empinados. Cuando finalmente llegué a la calle donde estaba el hostal, seguí subiendo solo para llegar a un punto donde era imposible cruzar. La misma cuadra por donde estaba subiendo ni siquiera estaba diseñada para vehículos. Al llegar al punto máximo las llantas empezaron a resbalarse y me arrastraba hacia atrás. Enganché el motor y pisé los frenos. Todavía no se cómo llegué a dar la vuelta sin caerme. Unas señoras que charlaban afuera de su casa veían con asombro cómo regresaba. Puede que haya sido asombro de semejante estupidez, pero no dejaba de ser asombro.
Sigue adelante hijo
Cuidate mucho
Jorge
Me encanto la foto de las nubes cruzando la cordillera
great post as usual!
No mês próximo, setembro, estarei indo de Valparaiso a La Serena, gostaria de saber das condições da ruta. Ajudem-me, por favor (aceito dicas também).
Hamilton