Valparaíso, Santiago y la evolución de los guantes

El hostal donde finalmente me terminé quedando, el Hostal Acuarela, ha sido uno de los hostales más acogedores en el que he estado al momento. No había mucha gente pero me atendieron muy bien y el mismo diseño del hostal era diferente a los demás. Tenía su propia personalidad con toques de originalidad por todas partes. Único.

La mañana siguiente salí a recorrer las laberintosas calles de los cerros de Valparaíso. Éramos Emily (mi pseudo-compañera de viaje desde Nazca), Esther (una holandesa muy graciosa que conocimos la noche anterior), y yo tratando de descifrar el mapa que nos habían dado. Rondábamos las calles pasando por casas antiguas pero en buen estado a pesar de los efectos de reciente sismo. Parecía que el legado de Pablo Neruda, famoso poeta premio Nobel, había dejado una ciudad llena de ambiciosos artistas y poetas. En varias casas habían placas con poemas o murales hermosos y coloridos que llenaban de vida el día nublado. A pesar de tanto contraste entre casas antiguas y obras artísticas modernas, era claro que era una ciudad en peligro pues otro sismo de igual magnitud devastaría toda esta región.

Mural en la Av. Alemania en Valparaíso

La antigüedad de Valparíso Arte por todas partes Callejones pintados

Captar la geografía de Valparaíso a través de fotos es un poco complicado. No se llega a apreciar qué tan empinadas son las calles ni cómo están construidas las casas sobre ese tipo de pendientes. Se aprecia mejor a través de video desde uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad: los funiculares.

 

El resto de la tarde fue más tranquila. Compramos víveres, probablemente demasiados, en el mercado cerca al hostal y regresamos a preparar un delicioso y nutritivo almuerzo. Intentamos primero en el hostal de las chicas, pero el encargado de turno me dijo que la cocina era exclusiva para los huéspedes y que si el dueño veía a un extraño ahí, en otras palabras: yo, se iba a enojar y me iba a botar. Esta teoría sonaba muy poco probable pero para evitar cualquier problema en potencia, fuimos a mi hostal donde Ayin, quien estaba de turno, cordialmente nos permitió usar la cocina a los tres. Luego de la comida yo tomé un merecida siesta mientras las chicas se aprovechaban de la laptop para subir sus fotos y mandarle algunas palabras a sus familias. Después de una película en la sala, cada uno se retiró y desde mi ventana le di una última ojeada a la moto que estaba estacionada en frente. La vista nocturna de la ciudad desde ahí era mejor que la de día.

Día... ... y noche... en Valparaíso

El día siguiente tomé mi tiempo para salir del hostal. Durante el desayuno charlé con Ayin y me recomendó tomar un pequeño desvío camino a Santiago para que pase por Laguna Verde. Me deseó buen viaje y salí en busca de este lugar tan bien recomendado. Me alegra haber tomado la ruta panorámica hacia Laguna Verde ya que pasé por un bosque de eucaliptos. Cada respiro que daba me refrescaba y abría los pulmones. Me vinieron memorias de mi niñez cuando vivía en Quito y mi madre me despertaba a las 5:30am para salir a jugar tenis. Yo no entendía por qué un niño de 8 años tenía que despertarse tan temprano para hacer deporte. Era inaudito. El objetivo de todo este esfuerzo era para combatir el asma que había sufrido desde muy pequeño y que evitaba que pudiera salir a correr y jugar por periodos extendidos. Las escaleras hacia la cima, donde se encontraba la cancha de tenis, estaban rodeadas de eucaliptos. Cada peldaño que ascendía era una bocanada de aire impregnado del aroma de los árboles adyacentes y me ayudaba a respirar con tranquilidad. Los caminos bordeados de eucaliptos siempre me han llevado a buenos lugares, y esta ocasión no fue diferente.

Mirador sobre Laguna Verde

Hubiera sido maravilloso poder acampar aquí pero tenía que llegar a Santiago y continuar con mi ruta. Me di la vuelta y en una hora ya estaba entrando a la capital. Entrando al corazón de Santiago pasé por varios lugares conocidos donde viví experiencias inolvidables. La estación de buses donde pedí una hamburguesa sin queso y me dieron una con queso; el metro cerca a la Plaza de Armas donde casi me como una papa rellena de una ambulante compatriota; el puente que crucé hacia el barrio de Bellavista donde había una grafiti de una chica tomando sol (¡sigue ahí!); y una tienda de empanadas donde un amigo y yo nos sentamos a comer a las 3am después de una noche tomar una variedad considerable de cervezas internacionales. Muchas memorias se encuentran albergadas en estas esquinas.

Media hora después de estos buenos recuerdos ya estaba llegando a la casa de mi tía y primos que no veía hace casi 10 años. Fue un placer estar entre familiares después de dos semanas y media de recorrido intenso. Siempre me gusta escuchar acerca de historias de antaño de la familia y en este caso, todas las historias eran nuevas. Una de mis favoritas fue el método utilizado para calcular la edad de la madre de mi madre. Una cifra que quedó olvidada en el tiempo y que se encontraba sujeta a pura especulación durante años. ¿Por qué llamarla la madre de mi madre y no mi abuela? Bueno, existe la historia de un pequeño que la llamó abuela una vez. Dicha acción provocó una cachetada legendaria sentida a través de las generaciones. Una resondrada de tal magnitud que nadie más se atrevería a llamarla abue… mamá de mi mamá. Son cosas delicadas.

Junto a Chela, la hermana de la mamá de mi mamá.

Con Jany y Paula antes de partir Con Dani, Cami y Felipe Y una foto más para no excluir a mi querida tía Patty y a la Pepa que casi se come mis zapatos.

Lo más importante que tenía que hacer en Santiago era comprarme guantes nuevos. Ya llevo tiempo escribiendo sobre lo inútil que me resultan los guantes de tela que he estado usando hasta el momento. Mi misión era encontrar guantes gruesos que me protejan del frío, del viento, y del agua. No pensé que sería tan complicado hallar algo así. Los días en Santiago me dieron la oportunidad de salir a conocer la ciudad con Emily y un nuevo personaje que se acopló a las caminatas: Ben, el fotógrafo alemán. Logramos hacer un buen tour de la ciudad a pie en dos días. Lamentablemente habían algunos lugares que no abrían ya sea por ser lunes (museos y casa de Neruda) o por tener fallas temporales (Funicular del Cerro San Cristóbal) pero entre las cosas que sí llegamos a ver fueron: los edificios antiguos del centro, una exposición sobre China debajo del Palacio de la Moneda, la maratón de Santiago, el Cerro Santa Lucía, el Museo de Bellas Artes, y un borracho al mediodía tropezándose con una niña que almorzaba con su familia solo porque quería hablar en inglés con nosotros. Está de más decir que a los padres de la niña no les causó tanta gracia como a mí.

Maratón de Santiago 2010: Fuerza Chile! Palacio de La Moneda: sin tours internos debido a "daños estructurales" La entrada al castillo en el cerro: CERRADADesde la cima del castillo en el Cerro Santa Lucía Cansada de subir escalones resbaladizos en sandalias  Estatua de mármol en el Museo de Bellas Artes Estatua china en la sala de exposiciónCon Ben y Lucky, el perro callejeroFamilia China típica, foto cortesía de Ben Gierig Ai spikin inglish!   Catedral en la Plaza de Armas

Me preocupaba que en dos días no había encontrado los guantes que necesitaba. Al llegar a la casa de mi tía, me regalaron unos guantes de motocross y un casco que lamentablemente no podré llevar conmigo. A pesar que los guantes que me dieron eran mucho mejor que los que estaba usando, no me protegerían del frío ni la lluvia. Había pasado por 4 tiendas especializadas en motociclismo pero no tenían lo que estaba buscando. Me dirigí de vuelta a la casa, resignado a pasar un día más para poder buscar con más paciencia los guantes necesarios, cuando vi una tienda más en el camino y paré para preguntar. Bueno, en realidad me pasé la tienda y tuve que avanzar y luego retroceder y tomar 3 atajos para volver a dar con ella pero todo valió la pena porque tenían justo lo que estaba buscando. Es así como se acabó la gran búsqueda de guantes impermeables de invierno.

La evolución

Ahora ya tengo todo lo necesario para seguir con la aventura. Próxima parada: Mendoza, Argentina.

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luis tenorio

Luis es un ingeniero en eterna búsqueda de aventura. Actualmente se pasa la vida viajando por el mundo y escribiendo relatos y código fuente. Es el creador de Cartas del Mundo y Vuelta Sudamericana y el director informático de The Glutton's Digest.

One thought on “Valparaíso, Santiago y la evolución de los guantes”

  1. Premo, la leyenda urbana “Abuela” empezo hace 25 años cuando en el pq. Kennedy de Miraflores un niño queria un helado y este le pide a la mama de su mama que le compre uno. En vista que la mama de su mama no le compraba, el atrevido niño se molesto y se paro en medio de todos los transeuntes y antes de levantar la voz este le susurro a la mama de su mama al oido: “Ahora si ya te fregaste!!” y comenzo a gritar en medio del pq Kennedy “ABUELITA!!!, ABUELA!!!, ABUELITA!!!”. Nadie sabe que paso despues, pero cuando hoy en dia le preguntan a ese niño sobre lo ocurrido en esa fecha, este simplemente no lo recuerda pues tiene la mente en blanco. Que paso despues de tal ofensa??? Nadie lo sabe, solo la mama de la mama de ese niño (se dice que cuando este niño entro a la universiddad y lo raparon, en su cabeza se encontraron varias cicatrices y las siglas A.A). Pero lo que todos saben es que desde ese dia la palabra Abuela esta prohibida en esta familia. Dios proteja al ingenuo que ose decir dicha palabra.

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