¡Ataca, Perro Sucio! : cap.1

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Eddie estaba pálido y sudando. La desesperación en sus ojos era más que aparente y no hacía ningún esfuerzo para ocultarlo. Todos los pasajeros del bus recién habíamos terminado de pasar por migraciones y el tiempo que habíamos calculado para llegar a nuestro destino se hacía cada vez más y más corto. Cinco minutos después de salir de salir del puesto de control migratorio, un pasajero exclamó:

“¡Oiga, chofer! Faltan dos personas. ¡Dejó a dos pasajeros en el puesto de control!”

Todos los pasajeros se mostraron incrédulos ante la irresponsabilidad del chofer pero el único que encima parecía que iba a sufrir un infarto era Eddie. El bus dio la vuelta y la sangre se le iba de la cara casi con la misma rapidez que su cabello se le iba de la cabeza. Cada segundo estaba en nuestra contra y ahora estábamos regresando a buscar a gente que habíamos dejado atrás. Si tan solo mi MP3 no se hubiera quedado sin batería habría podido por lo menos hacer de cuenta que nada de esto estaba pasando. El estrés puede ser contagioso. Dos semanas antes, nadie pudo haber imaginado las circunstancias en la que nos encontraríamos…

Somos libres

Era fines de julio del 2006. Lima lucía sus esplendorosos cielos grises de invierno, el [reelecto] presidente Alan García preparaba su discurso para Fiestas Patrias, y yo empezaba a dudar mi cuestionable decisión de haberme rapado la cabeza haciendo tanto frío. Todo esto ocurría en torno a un muy anticipado plan para escapar hacia el norte. Éramos ocho amigos los que partimos a Máncora ese 26 de julio, pero al igual que muchas de las expediciones que parten a lo desconocido, no todos los personajes de la historia sobreviven hasta el final.

Habíamos salido en buses diferentes debido a la disponibilidad de asientos y horarios pero nos encontramos todos rápidamente en el terminal de Máncora la mañana siguiente. Bobby, Nacho, Jose, Lorena, Mari, Ernesto, Eddie, y yo estábamos parados bajo el sol playero de las 9am sin rumbo fijo. No teníamos reservas, recomendaciones, ni plan alguno sobre lo que íbamos a hacer. Las únicas que habían previsto la situación eran las chicas que rápidamente cogieron sus cosas y tomaron un taxi hacia el norte con destino Punta Sal. Ernesto también desapareció, solo que a diferencia de las chicas, nunca más lo volvimos a ver. Los demás nos pusimos a buscar un lugar céntrico donde quedarnos y terminamos en Sol y Mar. Aparentemente, este era EL lugar para estar en la noche. Estando ahí, la juerga venía a uno. Contentos con la buena decisión salimos a echarle un ojo a la playa.

En el mar, ¿es realmente la vida más sabrosa?

El día estaba nublado y faltaba gente en la arena. No era exactamente el atractivo que salía publicado en todas las revistas. Empezamos a caminar sin rumbo aunque después de pocos minutos un destino fue fijado. Hasta el día de hoy, no estoy completamente seguro a quién se le ocurrió la maravillosa idea de caminar hasta Punta Sal para encontrarnos con Lorena y Mari. Lo que sí estoy seguro es que dos horas después de una exhaustiva caminata por la arena, el único que quería continuar era Bobby. Todos presentíamos una extraña desesperación de su parte que solo quedaba en mayor evidencia mientras los demás integrantes de la expedición mostraban su desencanto, cansancio, y hambre. No entiendo cómo todos nos olvidamos de comer… desde el día anterior. Tres horas de caminata en la arena es bastante, sobre todo cuando uno de los integrantes tiene un cuerpo que solo una increíble dedicación al Playstation podría esculpir. El sobrepeso y probablemente la falta de desayuno hizo que todo sentimiento de fraternidad se desmoronara. Tres horas de caminata y ni siquiera habíamos llegado a la mitad.

Tras un intenso argumento entre Bobby y Eddie decidimos regresar.

Trotando.

Es curiosa la motivación detrás de las hazañas que puede lograr el cuerpo humano. Leí en alguna parte que una madre levantó un automóvil con sus manos al ver que su hijo estaba atrapado debajo. Nuestra hazaña sobrehumana fue correr de vuelta hasta Máncora, sabiendo que en alguna parte nos esperaba un plato de comida. Nos tomó una hora y media regresar. Nada mal.

El resto del día fue una perezosa preparación para la noche. Adquirimos una docena de cervezas, y comenzamos a calentar la velada (des)entonando canciones criollas. Al parecer, Nacho se entusiasmó mucho con el trago y la música tanto así que lo encontramos unas horas más tarde haciendo una extraña danza nórdica al ritmo del éxito reggaetonero del momento. Todo esto para inútilmente tratar de impresionar a un grupo de chicas. Cada quien tiene su arma secreta para seducir al sexo opuesto, pero francamente nunca había visto algo similar al Baile Escocés. Por lo menos no el mundo de los primates.

“¿¡Qué diablos es eso!?” dije con asombro. No se si estaba boquiabierto y riéndome por dentro o si reía incontroladamente estando mentalmente atónito.

“Alguien tiene que parar esta locura” manifestó Bobby, siempre preocupado por la salud y dignidad del resto del equipo.

Todos estaban de acuerdo pero su nivel de alcoholismo ya superaba la terquedad. No importaba lo que le dijéramos, era su misión continuar con el baile. Era como si su razonamiento era seducir a alguien por agotamiento. Felizmente a Bobby se le ocurrió una idea tan ingeniosa como simple.

Bobby sonrío, “Muchachos, tengo un plan”.

 

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luis tenorio

Luis es un ingeniero en eterna búsqueda de aventura. Actualmente se pasa la vida viajando por el mundo y escribiendo relatos y código fuente. Es el creador de Cartas del Mundo y Vuelta Sudamericana y el director informático de The Glutton's Digest.

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