Operation Desert Storm y el camión de Dunlop

Sacar a la moto del Walk On Inn no fue tan fácil como meterla. El escalón de subida era muy alto y la tablita angosta que trajeron solo sirvió para sacar la llanta delantera. Con la ayuda de la administradora y un finlandés, que acababa de regresar de un vuelo por las líneas de Nazca, levantamos la moto y la sacamos. Les agradecí por la ayuda, compré una nueva botella de agua y pasé por el hostal donde había preguntado inicialmente. La calle en frente del hostal estaba destruida y felizmente no me quedé ahí pues salir habría sido prácticamente imposible.

The Walk On InnCasi me quedo en uno de esos hostales

Poco después de salir de Ocoña llegué a los 500km entre un paisaje constantemente cambiante. Cada cosa que se ve en el camino está en dramático contraste con lo que se vio 10km atrás. Apenas uno sale de Nazca, todo se convierte en un desierto árido. Luego de subir un poco más el suelo pasa de una superficie de arena caqui a una capa de pasto verdoso que solo intensifica su verdor al seguir subiendo. Un rápido descenso convierte todo de vuelta a arena y a la vuelta de una esquina encuentras un bosque cuyos árboles están llenos de arena en las hojas, producto de los fuertes vientos de la costa. Un poco más al sur y pasas por lo que parece ser la sierra estando aun en la costa, seguido de formaciones rocosas salidas directamente de una película sci-fi.

En una de las tantas vueltas cerca a la orilla pasé por una zona de arenamiento en plena actividad. El viento soplaba furiosamente y levantaba arena creando bancos en medio de la carretera. La arena se deslizaba sobre el asfalto como serpientes intentando cruzar la pista. Cuando un vehículo les pasaba encima, desaparecían momentáneamente y luego continuaban su trayectoria. Estas serpientes se metían por todas partes: por debajo del visor, dentro de la casaca, dentro de mi nariz, mi boca, mis ojos. Paré al costado de la carretera para acomodarme la bufanda y evitar que la arena llegue a mi cara. Lo que no podía evitar era el efecto de lija que esta pequeña tormenta de arena le estaba haciendo a la moto. La tempestad se intensificaba mientras avanzaba y ya no podía ver el horizonte. Navegaba por toda la calzada evitando pasar encima de los bancos de arena y también evitando ser arrollado por los camiones que venían en sentido contrario. No pude evitar cruzar un banco grande. La moto se deslizó por todas partes pero por lo menos no me caí. Todo seguía bien y ya veía el final. Apenas salí de ese trayecto intenso, prácticamente me desnudé al lado de la carretera para sacudirme toda la arena. Me quité los zapatos, medias, casaca, y vacié mis bolsillos. Hasta me sacudí arena del cabello y las orejas.

Arena, arena...y mucha más arena

El sol empezaba a caer y todavía faltaba mucho para llegar a Camaná. Por mi espejo veía al sol caer lentamente al mar y frente a mí una sombra motorizada se hacía cada vez más larga y empezaban a aparecer estrellas en el cielo. Finalmente me cayó la noche sobre curvas peligrosas. A un lado tenía un cerro de arena y al otro un acantilado que caía al mar. Mis compañeros de ruta eran camioneros. Algunos que ni siquiera bajaban sus luces al cruzarse conmigo. No había donde parar a acampar. Tenía que seguir hasta encontrar el siguiente pueblo para pasar la noche. Ese siguiente pueblo fue Ocoña. A una hora de mi destino original.

Comienzan a cambiar los colores del cielo Intento apurarme antes que me agarre la nocheMomentos finales de luz solar

La noche no fue tan placentera. Los fideos con camarones del restaurante no me cayeron muy bien y estuve toda la noche en sufrimiento (y en el baño también). Le terminé sacando provecho a la bolsa llena de medicamentos que me habían recomendado traer y a la mañana siguiente ya no habían problemas aparentes. Salí del hospedaje de Ocoña a las 8am con un cielo nublado. No tomé desayuno por temor a los alimentos preparados en esa localidad. Había vertido un sobre de sales rehidratantes a mi botella de agua y subsistí de eso por varias horas. Era una situación un tanto deprimente. Prendí la música y arranqué. Es increíble cómo una canción te puede levantar la moral cuando te estás sintiendo mal. Las canciones que sonaban parecían estar sincronizadas con el día y el entorno ya que poco a poco el sol salía por detrás de las nubes y el camino se volvía menos pesado.

Desiertos hasta el horizonteBuscando sombra mientras tomo mi "desayuno"

Tacna estaba a unos 500km de Ocoña. Sacando un cálculo rápido, anticipé que me demoraría 6 horas en llegar (incluyendo la hora que me faltaba para llegar a Camaná). Lamentablemente no había tomado en cuenta los tiempos de espera detrás de largas filas de camiones, o la pérdida de potencia en las subidas pronunciadas, o la reducción de velocidad en curvas peligrosas. Ni siquiera tomé en cuenta los descansitos que necesitaba tomar en el camino. Digamos que el tiempo estimado me quedó corto pero hubo varias cosas divertidas en el camino para mantener el viaje interesante. Entre ellas:

– Llegar al kilómetro 1000.

Los 1000!

– Camiones con ramos de espinas amarrados a los espejos retrovisores para evitar que delincuentes se puedan colgar de ellos.

– Dos gallinazos volaron a mi costado mientras bajaba la última vuelta hacia Moquegua.

– El perro callejero que desmintió el dicho “Perro que ladra no muerde”. Se acercó corriendo mientras salía de Ocoña y me mordió el zapato. Felizmente no hubo percance alguno, aunque espero que se la haya caído un diente a ese infeliz.

– Camioneros que viajaban sin compañero pero no sin “compañía”. Uno de ellos llevaba una chica Pilsen de cartón en su asiento de pasajero, con cinturón de seguridad. Me sonrío de manera pícara cuando pasó a mi costado.

CIMG9559 Descansando en el desierto Postales desde la carretera

Sin lugar a duda, lo más entretenido de esta etapa fue el camión de Dunlop con el que me crucé entre Camaná y Arequipa. Yo estaba tomando agua al costado de la carretera y cuando pasó lo saludé y éste respondió tocando la bocina dos veces. Luego cuando lo logré alcanzar y pasar, lo hice tocando la bocina dos veces y respondió tocando una secuencia de bocinazos. Después de un tiempo tuve que parar para volver a llenar el tanque y me pasó el susodicho. Cuando lo llegué a alcanzar nuevamente, le toqué la misma secuencia anterior con algo más agregado. Respondió de la misma manera y al final le agregó unas notas más. Esto se había convertido en un juego de repetición cada vez que nos cruzábamos. Fue buena compañía hasta 40 kilómetros antes de llegar a Moquegua y nunca más lo volví a ver.

Entré a la ciudad de Moquegua para abastecerme de combustible y agua. Me tomó por sorpresa lo simpática que era esta ciudad. Tenía varios parques y plazuelas y todas estaban muy bien cuidadas. Si no hubiera tenido que llegar a Tacna ese mismo día, probablemente me haya quedado ahí.

Plaza de Armas de MoqueguaCatedral de MoqueguaAlameda Principal

Ya no faltaba mucho para llegar a Tacna. A unos 80 kilómetros de la ciudad de Tacna pasé por un lugar conocido donde había trabajado algunos meses atrás. Desde ese punto sabía que no faltaba casi nada. Es raro cómo los viajes en moto parecen ser más largos. Recuerdo que cuando pasaba esa vía en colectivo llegaba a Tacna en un menos de una hora pero en la moto, el trayecto se hacía interminable. Pasé por un puesto militar donde traté de tomarme una foto cerca de un tanque en la entrada pero el guardia que estaba en la entrada me indicó que estaba prohibido. Por lo menos saqué una de lejitos. Después de lo que parecieron dos horas llegué al desvío del Alto de la Alianza y paré ahí. Un gran monumento a los héroes caídos de Tacna durante la Guerra del Pacífico.

Fotos prohibidas afuera de la estación militarMonumento del Alto de la Alianza

Llegué a Tacna a las 5:30pm. Había salido de Ocoña a las 8am. Después de una cena en el centro caí exhausto sobre la cama del hotel.

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luis tenorio

Luis es un ingeniero en eterna búsqueda de aventura. Actualmente se pasa la vida viajando por el mundo y escribiendo relatos y código fuente. Es el creador de Cartas del Mundo y Vuelta Sudamericana y el director informático de The Glutton's Digest.

7 thoughts on “Operation Desert Storm y el camión de Dunlop”

  1. TE ESTOY SIGUIENDO TODOS LOS DIAS REVISANDO LAS NOTAS QUE ESCRIBES Y ME PARECE MUY INTERESANTE, TE DESEO SUERTE Y QUE SIGAS DIVIRTIENDOTE.

  2. Bien ahi Luis te sigo con uan envidia viseral deseandote lo pe… digo lo mejor en tu viaje, jejeje, chevere brother se que te ira super bien sigue publicando para saber como estas y por donde andas de paso avisa pa traerte encarguitos a tu regreso, habla hacemos negocio, a ver si despues nos lelvas a Devait y a mi y demostramos que con 150 tambien se puede, Si se puede! si se puede!.

  3. Luchito como estas

    Me da gusto que estés cumpliendo tu sueño, espero que todo marche perfectamente y que te encuentres bien de salud, además que la moto este bien. Tu sigue adelante que nosotros te apoyamos desde acá, escribe mas seguido para saber como estas y donde te encuentras.
    Un Abrazo, mucha suerte y que el viento sea tu copiloto.

    Albatros 770

    SEMPER FI

  4. Toda la familia esta atenta a todos ptus pasos, asi que permitenos seguir compartiendo tu viaje. Se que a todos nos hubiera gustado hacer lo que estas haciendo Cada quien tiene su espiritu aventurero, pero mediante tu blog estas logrando que podamos compartir tus emociones.

    Saludos

    Jorge

  5. Luisito estoy siguiendo tu ruta, y al leer es como si estuviese viviendo esa aventura, sigue adelante y no dejes de escribir las fotos estan fabulosas, que Dios te bendiga. Sigue ADELANTE,
    Milka

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